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jueves, 19 de febrero de 2009

Donde duerme la inocencia II...

La semana pasada, inicié un post con este mismo título, para hablaros del efecto que los primeros años de vida del individuo pueden tener en su desarrollo posterior como adulto consciente, sano, capaz e independiente, maduro de pleno derecho... Os remití a un artículo de la revista Universo Holístico, en el que el psicoterapeuta y profesor de Yoga especializado en el campo de la mente, Santiago Pazhin, daba unos interesantes apuntes sobre la forma en la que nuestra propia concepción del Yo, y la "reprogramación" de nuestra actitud ante la vida, marcaban la diferencia entre una existencia feliz y llena de significado, y una vida doliente, sacrificada y oscura. También hice referencia a la cantidad de personas que me he ido encontrando por esos mundos de Dios, con problemas o con limitaciones más o menos severas, a causa de las vivencias recogidas durante sus primeros años... Hoy voy a continuar escribiendo las principales conclusiones que extraigo del artículo y de mi propio pensamiento y conocimiento, en relación con este tema de una infancia feliz o infeliz.

El maltrato infantil tiene sus propias y terribles consecuencias... La violencia de los padres, ya sean biológicos o adoptivos; el abuso sexual por parte de algún familiar; la indiferencia de los progenitores hacia los problemas y/o situaciones por las que está atravesando el niño; la desatención de sus necesidades básicas; las situaciones desfavorables en el ámbito familiar: todo esto puede generar en el futuro adulto graves trastornos psicológicos, en un periodo tan importante como es el de la constitución de la futura personalidad del infante.

La primera etapa de sociabilización que el niño vive en el núcleo familiar es esencial para su futura relación con la sociedad. No es mi intención en este artículo determinar las causas del ese maltrato (considero a los progenitores o familiares maltratadores tan enfermos, o más, que la propia víctima). Pero no dejo de tener en cuenta que los niños maltratados de hoy pueden convertirse en los adultos conflictivos de mañana. Eso, si lo considero desde un punto de vista más o menos egoísta. Si lo considero desde un punto de vista más compasivo, el maltrato viola impunemente los derechos fundamentales del menor, al margen de las secuelas que siempre provoca. Pero, ¿serán estas secuelas irreversibles, o por el contrario puede hacerse algo, una vez que el maltrato ya se ha producido?

Dejo la palabra a Santiago Pazhin, en su artículo sobre el Nidra Yoga:

"Desde la vida intrauterina y seguidamente durante el primer año de vida, y a continuación hasta los 7 ó 9 años, el hemisferio cerebral izquierdo, cuya cualidad principal es el raciocinio, el pensamiento lógico o la reflexión, está menos desarrollado que el derecho, entre cuyas cualidades se encuentran las del sentimiento y la emoción. Esto conlleva que, durante la primera etapa de la vida, utilicemos más el hemisferio derecho, de tal modo que las experiencias que vivimos durante la infancia sean predominantes a la hora de generarnos una determinada personalidad, conducta y carácter que, en gran parte, habrá de acompañarnos durante toda la vida si no hacemos nada por modificarlo.

Un niño que no sólo crezca carente de afecto, ternura, caricias o del amor que precisa, sino que además se desarrolla en un ambiente hogareño agresivo, donde los gritos, insultos, vejaciones o frases hirientes como "¡Eres un inútil y nunca serás nada en la vida!"; "¡Ójala no hubieras nacido!"; "¡No mereces nada bueno en la vida!".., y otras similares, irán generando un carácter introvertido, temeroso, inseguro, tímido o de baja autoestima, que le llevará a hacerse una idea nefasta de sí mismo y de la vida, sintiéndose condenado al fracaso y al sufrimiento, merecedor de todo lo malo que le ocurra. Todo ello, en el fondo, debido a la negativa, destructiva y pesimista manera de pensar, pues es sabido que los pensamientos nos llevan a actuaciones, y que somos el resultado de lo que pensamos.

Ante lo expuesto, sólamente hay un modo de modificar la personalidad y comenzar el camino hacia el cambio que nos lleve hacia el éxito y la felicidad deseada: mejorar la calidad de nuestros pensamientos, y especialmente, la forma en que nos vemos a nosotros mismos, dado que solemos ser quienes más nos agredimos y dañamos (...) Lo verdaderamente maravilloso es que, si uno desea cambiar, es posible hacerlo, dependiendo únicamente de sí mismo para ello. Amigo lector: si tú no cambias, no cambia nada. Puedes escoger entre conformarte siendo como eres, o proponerte firmemente el camino hacia el cambio necesario
".

El maltrato infantil, además de ser aberrante, es una experiencia traumática con extraordinarias consecuencias negativas en la salud del niño, tanto física como psíquica. No se debe, no se puede ser permisivo con este tipo de situaciones, y considero que la denuncia es una obligación moral que deberíamos tener muy en cuenta. Hay que erradicar esta lacra, y olvidarnos de hacer la vista gorda. Pero una vez sufrido el daño, hay que creer, con auténtica convicción, que puede tratarse, que debe cuidarse con absoluta devoción a la persona víctima, que hay que levantar cabeza. El reiki, como terapia, puede dar muy buenos resultados en este sentido. Nunca he sido partidaria de las rendiciones sin lucha. Como dije alguna vez en otro post, se ve que son mis genes lejanos de la irreductible Numancia.

¡Saludos!

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