Pues sí: efectivamente, sigo reflexionando hondamente sobre aquello de la pobreza y de la riqueza que os estoy contando a lo largo de varias entregas en este blog; después de la increíble historia de la Marquesa del Puño Cerrado, he seguido reflexionando sobre el tema de la crisis, de la abundancia versus la pobreza, de las consecuencias de esa pobreza en el alma de las personas, así como de otros fenómenos que tienen que ver con la miseria (existencial, vital, económica, humana), y que siento, de forma clara y absoluta, cómo están minando, gota a gota, los cimientos mismos de nuestra sociedad.
Me desayuné hace ya un buen rato leyendo el siguiente artículo (no perdérselo, es muy revelador), titulado "¿Es usted pobre?" y firmado por Arturo González en.., ¡febrero de 2012!... Ha pasado ya más de un año, y seguimos en las mismas, y aún peor. La manifestación del comportamiento de la Marquesa del Puño Cerrado no ha provocado en mi (como algunos de vosotros habéis creído, y de hecho me habéis transmitido en privado) odio, ira y deseo de venganza, no... Al contrario: me ha abierto aún más si cabe los ojos porque, si extrapolamos esta actitud egoísta, descarada e irrespetuosa al nivel macro, me encuentro con un comportamiento casi idéntico en los poderosos, en nuestros políticos, en nuestros banqueros, en nuestros jefes: en los que mandan.
Pero.., ¿esta enfermedad social profunda y dolorosa que llamamos "crisis" es culpa exclusiva de los de arriba, de los fuertes, de la élite?
No lo creo: sinceramente, desconfío siempre que me encuentro con alguna manifestación terrenal del drama víctima/verdugo, porque ya he asistido a unas cuantas representaciones del mismo, y sé que nunca, nunca, en estos casos son las cosas como aparentan ser.
Frente a la desvergüenza, al deshonor, a la explotación y al latrocinio supuestamente impuesto por los dominantes, aparece siempre el rostro del explotado, del humillado, del oprimido. Pero vuelvo a repetir, a riesgo de ser (¡una vez más, qué karma el mío!) absolutamente políticamente incorrecta: cuidado. Ojo con las apariencias, porque por su propia naturaleza, las apariencias engañan.., ¡y mucho!
Lamentablemente (no quisiera yo que esto sucediera) me voy encontrando, en el transcurso de mi laaaaargo caminar, con una nueva tipología de individuos. Personas perdidas, desahuciadas aparentemente de la vorágine de esta sociedad de consumo brutal. Pobres de solemnidad o de necesidad, que no tienen a lo largo del día más que hacer que pasearse por la vida con el reloj del tiempo repleto y la billetera vacía. Gente que se ha encontrado de repente con la pobreza en plena calle, porque ésta le ha mirado a la cara. Cada vez son más, y ya empiezan a rondar los límites de lo humanamente insoportable. En realidad, siempre fueron: lo que pasa es que nosotros no les veíamos.
Y luego, están los otros pobres... Yo los llamo los "pobres de espíritu". No son como los casi mendigos de que antes he hablado: son personas que no viven en la indigencia ni en la más absoluta necesidad, aunque lo parezca. Unos cargan sobre sus espaldas con el peso de una avaricia portentosa, que tiene mucho, mucho que ver con un miedo terrible (ésos suelen ser los más viejos, aunque no en todos los casos). Sin embargo, no era acerca de ellos que yo quería hablar hoy.
El tercer grupo me da pánico. De veras, porque cuando aparece uno en lontananza, ya sé lo que tengo que hacer: echar a correr lo más rápido que me dan los pies. Son los que han decidido "vivir del aire". Sí, sí, como lo oyen: vivir del aire. Aparentemente, llevan consigo un considerable bloqueo en las cuestiones económicas y laborales. Lo suyo no tiene nada que ver con la crisis, repito, NO TIENE NADA QUE VER CON LA CRISIS. Tampoco tiene que ver con una coyuntura jodida: es decir, uno puede perder su trabajo, pasar una mala época, tener cuatro años de mala suerte o experimentar alguna pérdida dolorosa e inevitable. No es a esto a lo que me refiero: a lo que me refiero es a los llorones profesionales.
Pero una cosa es un bloqueo, y otra muy distinta no querer hacer nada con tu vida. Y os aseguro que hay gente que no quiere luchar, que no quiere hacer nada con su vida. Puede sonar mal, o puede sonar triste, según el caso, pero es así. Indefectiblemente, dejan en manos de otros su seguridad, su mantenimiento, su futuro y su presente. ¡Y eso es un grave, grave error! Sé muy bien que es duro: que vivir, que luchar sin descanso, que afrontar una y otra vez las mismas cosas, las mismas penas, es complicado y desesperante. Pero hay una cosa muy cierta: es lo que hay. No tenemos otra cosa que nuestra existencia en este bendito planeta, y las reglas del juego son las reglas del juego.
Querido amigo, querido lector: tú puedes, evidentemente, intentar salvar a otra gente. ¡Estás en tu derecho, si es lo que quieres! Pero te lo digo por experiencia: no podrás salvar a aquel que no desea ser salvado. Y corres un grandísimo peligro: por tu necesidad imperiosa de querer ayudar al personal, puedes atraer precisamente a alguno de estos individuos que no tendrán ningún reparo en tratar de aprovecharse de tu tiempo, de tus habilidades, de tu dinero, de tu energía.., de tus capacidades, posibilidades y virtudes. ¡Una vez que haya detectado aquello que desea de ti, te resultará muy difícil tener escapatoria!
No lo permitas. Ellos ya se han dado por vencidos: tú no tienes por qué hacerlo. Tú no tienes por qué dejar tu vida en manos de otros, ni con crisis ni sin ella. Dale valor, el que corresponde, a tu trabajo, y no te vendas gratis ni por nada. Recupera tu propia estima, y ten en cuenta que el tiempo del que dispones también tiene un valor, que deberás sopesar. No voy a volver a incidir más en este asunto, y si lo he hecho, es porque considero que tiene mucha, pero que mucha importancia: no permitas que nadie abuse de ti. Ni económicamente (tu trabajo, tu tiempo y tu esfuerzo tiene un valor, insisto), ni moralmente, ni sentimentalmente, ni de ninguna otra forma conocida o por conocer.
Ni la Marquesa del Puño Cerrado, ni aquellos que tratan de aprovecharse de ti de una forma mucho más sutil y refinada (haciéndose, por ejemplo, las víctimas) tienen derecho a hacerlo. ¡Reacciona! Si todos reaccionamos, aunque sea de forma unilateral, los componentes de esta "crisis" sistémica, muy relacionada con el abuso de poder y la corrupción, empezarán a manifestar síntomas de cambio. Y cuando todos, TODOS, tomemos conciencia de cuál es nuestra verdadera implicación en todo este asunto, empezaremos a salir adelante. ¡No antes, y no va a ser gratis!
¡Buen fin de semana para todos y todas! ¡Que descanséis!