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lunes, 23 de marzo de 2009

Tocando el vacío

"El hayedo y yo.
Vida azul escapando ladera abajo... Los trinos de Dios desafían mi eternidad"

Andrómeda.
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Como vengo inspirada esta mañana, se me ocurrió escribir estos versos a modo de haiku (aunque ya, ya sé que la métrica es incorrecta), recordando el riachuelo y las cascadas del maravilloso hayedo primaveral que nos ofreció su belleza ayer, en nuestra excursión del domingo...

Sin embargo, coloco esta foto para hablar de la alta montaña como forma de meditación. Sí: así es. No sólo se puede meditar haciendo yoga. También se puede hacer en movimiento, con los beneficios que eso conlleva.

Cuando uno se encuentra encaramado en un sitio sumamente peligroso, como el pico de la foto del que prácticamente cuelgan esos dos montañeros, se deja de tonterías. Ahí no importa nada: ni las opiniones de la suegra, que siempre son fuera de contexto; ni los exabruptos estúpidos del jefe, que jamás se ha arremangado la camisa para arrimar el hombro; ni los comentarios jocosos de los amigos, apuntando que cada día te queda menos pelo; ni los requerimientos egoístas e insistentes de tus infantes, que por su propia naturaleza son como polluelos chillones; ni la voz recriminatoria de tu padre, hablando de lo mala que es hoy día la juventud.

Cuando uno se encuentra en un sitio peligroso o expuesto en la alta montaña; cuando sabe que no puede caerse porque, seguramente, y por mucha autodetención que controle, va a ser la primera caída y la última; cuando uno comprende que cada paso puede significar la diferencia entre la vida y la muerte; entonces, amigos, se deja uno de estupideces.

Comprende uno entonces que nada, absulutamente NADA de lo anterior, ni siquiera de lo posterior, tiene una importancia real.

Entonces uno se sabe eterno, consciente, libre y vivo.

Ése es el secreto, creo yo, del por qué tanta gente arriesga su vida en la montaña. Creo que, consciente o incoscientemente, saben que todo lo demás es accesorio.

La mente descansa. Sólo importan cosas básicas, como comer, como dormir, como mear...Todo el espacio del mundo y todo el tiempo del mundo está a tu entera disposición. Si tuviéramos que comer, la Naturaleza nos proveería de todo lo necesario.

Nada hay como la consciencia de saber que la integridad de uno se encuentra absolutamente tocando el vacío. Ése vacío tan advertido, tan amado, tan considerado por muchísimas doctrinas y filosofías orientales...

El vacío que es la NADA, y que contiene TODO.

Así que hoy estoy tan consciente, que cuando me vino antes una cualquiera, diciéndome que esto está así o asá, y que está mal o bien; que hay que preocuparse, que hay que esforzarse, que hay que esclavizarse.., poco me ha faltado, os lo aseguro, para reírme en su mismas narices. Pero además, a mandíbula batiente.

Ella no ha estado tocando el vacío... Ella no sabe lo que uno es capaz de entender cuando se siente absolutamente vivo y libre.

Quizá fue un buitre el que me lanzó desde el aire, como a los indios pieles rojas, una inspiración, aquella mañana del sábado pasado...

Quizá fue el buitre, soberbia ave carroñera... Uno de los pocos seres en esta tierra que es capaz de convertir la muerte en vida; la podredumbre en energía; los huesos y el pellejo, en plumas y en alas.

Éramos tres, y tres eran los buitres... Uno se colocó, se quedó completamente inmóvil sobre mi vertical. Me pareció que me saludaba. Yo le saludé. Estaba más cerca de lo que es habitual.

Luego, sin apenas hacer algún esfuerzo, se elevó rumbo al sol. Como el Fénix. Ave de Plutón, ave de regeneración, de muerte y de renacimiento, al fin y al cabo; su destino y su rumbo final debe ser, sin duda alguna, la más cegadora luz.

... Porque de las tinieblas del dolor donde me arrastré como la serpiente, llegué a ser como el león de las montañas; y ahora soy como el buitre que se eleva, buscando la luz...

Serpiente. Puma. Cóndor.

Meditación en movimiento.

¡Buen inicio de semana para tod@s!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado el poema...

Yo siempre he pensado lo que acabas de explicar tan bien, solo que de mi forma, bastante más prosaica que la tuya.

Ni siquiera creo que hace falta estar en una situación de peligro para sentir lo que tu cuentas.

Simplemente cuando el único problema que tienes en la cabeza es encontar la continuación del puñetero sendero que acaba de desapareecr... Entonces ninguna otra cosa existe, en ese momento todo da igual, salvo encontrar el hito que llevas buscando durante cuarto de hora.

Un beso.

Luz de Andrómeda dijo...

¡Uh! ¡Me alegro que te guste! Jejeje...

Uy, sé: no hace falta estar en una situación de peligro, es cierto. Eso es para los que tienen la cabeza muy dura y son tan resistentes como yo. La resistencia es wena y es mala: mala, porque te "cristaliza" en tus actitudes, y te impide, muchas veces, ver más allá.

... Así que necesito sacudidas potentes.., tan potentes como yo misma, si quiero ver más allá de mi propia visión...

Y es que realmente, aquí, en esta forma de meditación, digamos "montaraz".., es como mucha gente se da cuenta de que todo, absolutamente todo, está en nuestra propia cabezota.

¡Besotes!

Anónimo dijo...

A todo esto... Da pelín de mal rollo el título del artículo.

Es el mismo que el de un libro y una peli de Joe Simpson en el que cuenta su experiencia durante la escalada del Siula Grande, en Perú...

... Y les pasa de todo, incluído el tener que abandonar al compañero sin saber si sigue con vida.

Luz de Andrómeda dijo...

No es por llevar la contraria, pero.., ¿en serio que crees que da mal rollo?

¿Y por qué?

Quiero decir: supongo que te dará mal rollo por la asociación con la película y libros ésos ;-). Pero realmente.., cómo podría explicarlo de una manera convencional...

... Si uno no es capaz de atreverse a tocar el vacío, está ya vencido de antemano. Porque está detenido, quieto, atrapado. Y la vida es cambio, evolución; es preciso dar muchos saltos en el vacío para poder sacar de uno lo que reside en cada uno de nosotros.

¿Se me entiende?