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martes, 24 de marzo de 2009

Réquiem por "El Pobrecito Hablador"

Tal día como hoy, hace justamente 200 años, nacía en Madrid Mariano José de Larra y Castro, insigne escritor y periodista, y uno de los más claros e importantes exponentes del Romanticismo español. ¡Qué época aquella la del Romancismo, oigan! Dio a luz en España a figuras de la talla de Bécquer, Espronceda (sí, sí: aquel del pirata) y Rosalía de Castro. Y aunque es verdad que la mayoría asociamos este movimiento, el Romanticismo, con artistas y literatos medio bohemios, imbuídos por una especie de pasión trágica de embriagador perfume, Larra fue uno de los mejores escritores satíricos de todo el panorama literario español. Y es que (por experiencia lo digo) la hiper crítica y la sátira no se encuentran demasiado lejos de esa "pasión de morir" lenta y dulcemente que es el Romanticismo.

Este literato de vida truncada (se puede decir que no superó el famoso retorno de Saturno, ya que se pegó un tiro en la sien con tan sólo 28 años), escritor constumbrista, publicó en prensa más de 200 artículos en tan sólo 8 años. Escribía bajo diversos pseudónimos, entre los que se encuentran Fígaro, Bachiller, Duende y el que a mí más me gusta: El Pobrecito Hablador.

Hijo de padre médico y "afrancesado", su familia tuvo que abandonar España siguiendo al rey José Bonaparte, y exiliarse primero a Burdeos y luego a París. Gracias a la amnistía decretada por Fernando VII, pudieron regresar, y así Larra continuó los estudios iniciados en Francia. Con 16 años aprobó todos los exámenes del curso universitario en Valladolid, donde residía, aunque no había asistido a ninguna clase. Dicen las malas lenguas que porque se había enamorado de una mujer mucho mayor que él, amante de su padre, y que eso le provocó una especie de trauma emocional severo, del que en aquellos momentos, afortunadamente, consiguió recuperarse.

En 1827 ingresa en los Voluntarios Realistas, cuerpo paramilitar formado por fervientes absolutistas, y empieza a escribir poesía, sobre todo odas y sátiras. Con tan sólo 19 años, Larra publica un folleto mensual titulado "El duende satírico del día", dedicado a la crítica de la sociedad de su tiempo. Se reúne asiduamente en un café madrileño, cuya tertulia denomina "El Parnasillo", junto con otros jóvenes inquietos y disconformes con veleidades literarias, periodísticas y políticas.

Con 20 años tan sólo se casa con Josefa Wetoret. El matrimonio fue desgraciado y acabaría en separación pocos años después, aunque tuvieron tres hijos. En 1831 inicia una complicada relación con Dolores Armijo, casada con un hijo del conocido abogado Manuel María de Cambronero. En 1832 vuelve al periodismo de crítica social con "El Pobrecito Hablador", donde Larra se muestra partidario de la lucha contra el castellanismo viejo de un patriotismo anclado en el pasado.

Cuando empieza a trabajar en "La Revista Española", y bajo el pseudónimo de Fígaro, inicia una serie de artículos de crítica literaria y política dentro de cuadros constumbristas, como los famosísimos "Vuelva Usted mañana", "El castellano viejo" y "El casarse pronto y mal". En 1834 publica su novela histórica "El Doncel de Don Enrique el Doliente", basada en la trágica vida del poeta medieval Macías y en sus amores adúlteros.., un argumento que refleja en cierto modo la relación que mantenía con Dolores Armijo, estando ambos casados.

En 1835 emprendió viaje a Lisboa, desde donde embarcó rumbo a Londres y luego a París, pasando antes por Bruselas. En París se quedaría varios meses, conociendo a Víctor Hugo y Alejandro Dumas. De regreso a Madrid, trabaja para el periódico "El Español". La preocupación política domina sus escritos, y el creciente dolor que le produce su separación definitiva de Dolores Armijo quedan reflejados en sus últimos artículos, como el pesimista "El día de difuntos de 1836".

Tras su suicidio, su entierro fue multitudinario... En él José Zorrilla, el joven y famoso poeta vallisoletano, leyó una elegía en su nombre, con la que se da a conocer, y algunos de cuyos fragmentos reproduzco:

"Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana;
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana.

(...)

Poeta, si en el no ser
hay un recuerdo de ayer,
una vida como aquí
detrás de ese firmamento..,
conságrame un pensamiento
como el que tengo de ti".

Raro Aries, el amigo Larra... Debía de tener algún mal aspecto de Neptuno a su Sol, o algo, como dirían unos cuantos que yo me sé. Raro Aries, que no defendía hasta con los dientes y las uñas su propia existencia, ejerciendo en cambio como un esclavo lastimeramente rebelde al más sagrado mandamiento del arquetipo bajo el que dicen que nació: resistir hasta el final y a toda costa, pase lo que pase. ¿Tuvo Dolores (vaya nombrecito) la culpa de su suicidio? ¿Se dio Larra por vencido de la vida, harto ya de tantas idas y venidas? ¿Qué desesperación y qué oscura añoranza del Paraíso se llevó por delante a un genio de su categoría, cuando apenas ni siquiera había empezado a abrir las alas?

No diré descansa en paz, Mariano José de Larra, porque sé que ese descanso que tanto parecías echar en falta no es, ni muchísimo menos, una cosa eterna... No pensaré tampoco qué alturas de creatividad literaria podías haber alcanzado, de haber resistido con valentía al avance de tu propia desesperación. Elegiste quitarte de enmedio prematuramente, y privar así al mundo del resplandor de tu genio: bueno, al fin y al cabo, estabas en tu derecho. Yo prefiero quedarme, sin embargo, con la claridad y el vigor de tu prosa, con la combatividad de tus burlas a la sociedad y la fiereza de tu descontento. Ya no hay voz para El Pobrecito Hablador. Como dirías tú mismo, "Vuelva Usted mañana".., a ver si para entonces el mundo está preparado para los sensibles.

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