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jueves, 22 de enero de 2009

Orfeo, el músico de las estrellas

Andaba yo bastante conmovida esta mañana, intentando poner mi cabeza en orden para irme al trabajo, y enredando en la miríada de botes, tarros, perfumeros y demás que tengo en el armario del baño (se nota el Sol en Virgo), cuando de repente apareció uno que no recordaba, en el fondo del armarito, al final de todos. Un escifo griego (obviamente, no original), de color azul grisáceo, que contiene una vaselina aromática. El cuerpo está adornado por las figuras de 5 jóvenes reclinados, tres mancebos y dos mozas, que comen uvas y beben vino. En la tapa, un bellísimo joven con una lira, acompañado por una muchacha que se tapa el rostro a medias, con un pliegue de su manto. Sus nombres, en griego, escritos en letras doradas, no me supusieron ninguna dificultad de traducción: Orfeo y Eurídice.

Oh.., dioses...

Ésta es la historia del músico de las estrellas.., aquel que conmovía a la Naturaleza toda con el arte de su lira de nueve cuerdas.

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Orfeo es uno de los héroes de la mitología griega más conocidos... Además de músico magistral, era conocido por sus dotes como poeta y filósofo. Muchos lo reconocen como hijo del mismo Apolo, el dios griego que encarnaba al Sol, y de la preciosa ninfa Calíope, que también fue amante de Ulises. Dice la leyenda que, cuando Orfeo tocaba, los hombres, los animales, y hasta las plantas y las piedras, los ríos y las montañas quedaban en suspenso, embelesadas por la belleza de su música. Su mágico don le ayudó mucho en sus incontables viajes: por ejemplo, cuando adormeció a las Sirenas y pudo librar a los Argonautas del hechizo mortal su canto; o cuando durmió al dragón que custodiaba el Vellocino de Oro.

Nuestro héroe, según cuenta la leyenda, estuvo en muchos países, entre ellos Egipto, donde conoció los misterios de la mano de los sacerdotes, sobre el culto a Isis y Osiris (o lo que es lo mismo: aprendió astrología ;-). Las mujeres le admiraban, y muchas soñaban con yacer junto a él, para ser despertadas por la dulce melodía de su lira al amanecer. ¡Cómo no desear compartir la sabiduría de Orfeo, su curiosidad, su vitalidad!

Pero sólo una fue la elegida de Orfeo: la ninfa Eurídice. Probablemente no tan atrevida como las otras, no tan hermosa como las demás, ni tan siquiera... Pero, ¿quién comprende los designios del inquieto amor? Orfeo no podía sacarse de la cabeza su tierna sonrisa, su mirada clara y brillante. Zeus, apiadado de los dos amantes, le concedió finalmente la mano de Eurídice. Y así la pareja vivió unida, feliz, con un amor que se dice que fue único, tierno y apasionado como ninguno.

Pero quiso el destino que el pastor Aristeo quedara también prendado de Eurídice, y que un día en que ésta estaba paseando por sus campos, la atacara intentando hacerla suya... La ninfa corrió para escapar, pero en la carrera una serpiente venenosa le mordió el pie, inoculándole el veneno y haciendo que cayera muerta sobre la hierba. No hubo lágrimas suficientes para calmar el dolor de Orfeo, y una noche de las muchas que pasó en vela, llorando a su amada, decidió que, si era necesario, él mismo descendería a los infiernos, para reclamar a Eurídice.

Orfeo viajó hasta la morada de Hades, dios de los muertos, y se enfrentó al guardián del Infierno, el feroz perro Can Cerbero de tres cabezas, al que aplacó con la música que interpretaba con su lira. El mismísimo Hades, conmovido por las tristes melodías que salían de su instrumento, decidió devolver a la vida terrenal a Eurídice, con una condición: que ésta caminase detrás de Orfeo hasta que la luz del Sol bañase su cuerpo enteramente.., y que, hasta ese momento, su amado no se volviera ni un instante a mirarle el rostro.

El viaje de vuelta por las moradas infernales fue difícil: Eurídice estaba muy débil, el frío arreciaba, pasaron hambre y sed, no conocieron el descanso. A punto de llegar casi a la salida, cuando los primeros rayos de sol traspasaron las sombras, Eurídice dejó escapar un suspiro de alivio... Entonces Orfeo, olvidando el mandato de Hades, se volvió a mirarla, cuando aún un pie de ella permanecía a oscuras, entre las sombras de las puertas del Infierno. Eurídice, en ese momento, comenzó a desvanecerse, porque la condición impuesta había sido violada, y aunque Orfeo se lanzó hacia ella en un abrazo, para retenerla, no fue más que aire lo que estrechó entre sus brazos.

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Orfeo, que cayó a partir de ese momento en la desesperación más absoluta, fue enterrado a su muerte en la costa de Lesbos, a manos de las Musas, que fueron quienes le dieron sepultura. Al cielo subió su música, y Zeus, absolutamente conmovido por el trágico final de los dos amantes, lo transformó en la constelación que hoy lleva por nombre el de Lira, y que contiene a la estrella Vega, una de las más brillantes y bellas del cielo septentrional.

Dicen los entendidos en mitología y leyendas que es probable que Eurídice siga esperando a Orfeo eternamente en el Infierno de los griegos, porque su amado, al ser un héroe, ahora reside en los cielos, junto a los dioses...

Séee, lo sé: tengo el día un poco tonto, amigos ;-). Debe ser este tiempo endemoniado, que no deja en paz a los cuerpos.., ni a los espíritus.

1 comentario:

ORFEO dijo...

dejaste todo por tu amada,y al final quedaste sin nada, descansa en paz orfeo