El médico de cabecera me recomendó unas pastillas, pero no le hice caso. Odio tomar pastillas, lo siento; no os animo a que sigáis mi ejemplo, pero así lo hice. Simplemente, me puse a controlar la dieta, a eliminar casi todas las grasas, a evitar fumar menos en las bodas, y a tomar un Danacol al día. Y ya está: soy demasiado joven y fuerte como para tomar pastillas para el colesterol. La cosa ha ido de perlas, y quiero seguir con la incorporación de estas ventajas a mi dieta. Todo esto ha sido simplemente un severo aviso; me lo tomo como un aviso a tiempo. Mi padre murió de infarto, y yo tengo un claro riesgo (astrológicamente hablando). Vamos a ver si es verdad eso que dicen algunos de que el destino no se puede cambiar. Yo soy tan soberbia que reto al destino, hala (al contrario que algunos y algunas que se dicen públicamente guerreros y luchadores, pero no lo son; joder con la posiciones en Leo, qué fenómenos dan.., y luego me quejo yo de Aries).
En fin: ahora el médico me ha hablado de una "maravilla natural" para seguir manteniendo mi colesterol y mis arterias en unos límites óptimos. Se trata de la semilla de chía, que proviene de la planta del desierto Salvia Hispánica.., un miembro de la familia de la menta que puede llegar a tener una altura de dos metros. Durante siglos, estas pequeñas semillitas que podéis ver en la foto fueron el alimento básico de los indios del desierto, al suroeste de lo que ahora es Estados Unidos. Conocida desde épocas precolombinas, fue valorada por aztecas, mayas y tehuantepecs, que la utilizaban como ración básica de supervivencia.
Éste fue un cultivo importante en el centro de México entre el año 1500 y el 900 A.C, y se siguió cultivando hasta bien entrado el siglo XVI, cuando los españoles entramos a saco en la zona y nos dedicamos, entre otras lindezas, a quemar cultivos por el carácter sagrado que para los nativos adquirían éstos. Con el paso del tiempo, se reanudó la comercialización de la chía, con la suficiente producción como para permitirle ser exportada a Europa. Ironías del destino.., qué le vamos a hacer, ha pasado tantas veces lo mismo a lo largo de la historia, que ya casi hasta aburre hacer mención.
La chía es una fuente de proteína completa, que tiene todos los aminoácidos esenciales en un equilibrio adecuado. Tiene entre un 19 y un 23% de proteínas por peso (la mayor conocida entre otras semillas y granos), además de ser una fuente rica en ácidos grasos esenciales. Alrededor del 60% del aceite de estas semillas está compuesto por ácido alfa linoléico, es decir, un ácido graso poliinsaturado esencial de la serie omega-3. Las semillas de chía, además, son ricas en triglicéridos de cadena larga (LCT), en la justa proporción para reducir el colesterol y los triglicéridos en las paredes arteriales. Por si fuera poco, son ricas en calcio y boro, y cuentan con altos niveles de antioxidantes.
La chía es un alimento esencial para combatir la tan temida diabetes, asimismo, puesto que su influencia sobre la conversión de los hidratos de carbono en glucosa así lo permite. La capa exterior de las semillas es rica en una fibra soluble, llamada musiloide; cuando éstas se mezclan con agua, zumo o cualquier otro líquido, incluidos los jugos del estómago, forman un gel que crea una barrera física entre los carbohidratos y las enzimas digestivas que actúan sobre ellos fabricando glucosa. Así, los hidratos de carbono se van digiriendo, con el tiempo.., pero a un ritmo mucho más lento y uniforme. Por eso, no hay aumento o pico de insulina necesario para reducir el nivel de azúcar en la sangre si incorporamos chía en nuestra dieta.
Lo recomendable es consumir como dos cucharadas diarias de estas semillas, en cualquier momento y en la forma que se quiera. Como prácticamente no tienen sabor, se pueden incorporar al yogurt, en ensaladas, en zumo, o incluso en agua. Si las dejamos 30 minutos en líquido, veremos como se forma la curiosa gelatina o gel, repleto de fibra, que nos ayudará, también, en el tránsito intestinal.
Las semillas de chía no contienen gluten, por lo que son aptas para el consumo en personas celíacas. Son ricas en minerales, como el calcio, el magnesio, el fósforo, el cinc y el potasio, así como en vitaminas del complejo B. Yo ya las he incorporado a mi dieta, a ver qué pasa. Ya os comentaré cómo me ha ido después de tres meses, que es el tiempo mínimo para notar los efectos de cualquier cosa.
Muchos besos para tod@s.
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