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martes, 23 de junio de 2009

Caminando por el Alto Atlas III-2

¡Cómo mola esta foto! De nuevo gracias a Diego, uno de los integrantes de nuestra expedición.., ya que, de momento, servidora tiene ciertos problemas con las afotos.., y no sabe si va a tener que formatear el PC, o no XDDDD. Eso es un puesto típico de venta de postales, chocolatinas, bebidas, y velos beréberes en el Atlas. ¡Ahí fue donde yo me compré mi propio velo, que lo andaba persiguiendo ya! ;-)

Ayer me quedé en la narración a mitad de camino, recién descendidos de una pedrera infernal y tras atravesar aquel desfiladero estrecho y "leonino"... Al llegar a la aldea de Tissalday, me quedé flipada por varias cosas. La primera, que los niños beréberes se nos acercaban alucinados, poseídos por una mezcla extraña de admiración, curiosidad y asombro, en cantidades masivas. Por ello nuestro guía, Ibrahim, se tomó la molestia de hablar largo rato con ellos, para "contenerlos" y convencerlos de que nos dejaran tranquilos. No sabemos aún que historias les contaría...

También las casas suscitaron mi interés... Todo el valle que más tarde atravesamos estaba cuajadadito de pequeños poblados que, como aldeas medievales, se arracimaban trepando en imposibles y acrobáticas torsiones sobre los abismos... Las casas, que parecían de adobe, tenían los tejados planos que ya había visto en la Alpujarra granadina.., pero conservaban su color arcilloso, terroso, en vez estar encaladas. Hay que destacar que en muchos de estos tejados detectamos ingentes cantidades de antenas parabólicas y placas solares ¡Alucinante!

La comida en Tissalday, debajo de un nogal inmenso, en plena naturaleza, sin jaima, muy improvisada porque habíamos tardado más de la cuenta en el descenso, fue extraordinariamente bien recibida por nuestros estómagos hambrientos... Lo más gracioso de todo es que a servidora le dio un "apretón" ineludible en mitad del evento, y como unos doce o trece niños del pueblo se mantenían a una distancia aproximada de unos 7 metros sin moverse ni un ápice, pero no nos perdían ojo mientras reponíamos fuerzas, tuve que realizar una serie de extraordinarias y fantásticas "contorsiones" para poder aliviarme en medio de un trigal cercano. Hay que destacar la forma en la que estas gentes aprovechan el agua que llega de las montañas, estableciendo canalizaciones que, en forma de acequias, impiden inteligentementeque el agua de las copiosas nevadas invernales se pierda valle abajo. El cultivo en terrazas forma parte de estas efectivas técnicas ancestrales.

Bajando ya por el amplio valle hacia nuestro destino del día, Amsouzart, a tan sólo 1700 metros.., deteniéndonos en las acequias para meter la mano y hasta la cabeza.., disfrutando de un paisaje conmovedor, de pueblos con casas apretadas como piñas, casi de nacimiento... Algunos se quedan rezagados (yo soy lenta caminando, pero una vez que empiezo, es difícil que acabe en el agotamiento). Niños y mujeres se asoman desde las ventanas; algunos saludan alegremente con la mano: les correspondemos. En uno de los pueblos que jalonan la ruta, nos sale al paso un hombre que empieza a hablar con Ibrahim. Nos pide.., ¡Betadine! Trae a su mujer, vestida con las ropas típicas beréberes (para mi gusto, mucho más animadas y bonitas que las marroquíes), con el rostro adornado por tatuajes tribales azules, unos 4o y pico de años... Tiene una herida con muy mal aspecto en una mano, que se ha hecho con una piedra. Diego y algún otro tratan de ayudarla: está infectada, llena de pus; es un buen tajo, y está muy hinchado. Tratamos de explicarle al marido que debe lavarse esa herida con jabón.., que hay que vendar y mantener lejos de la suciedad, y que el Betadine hará el resto. Pero no sabemos si nos comprende bien. Lo que sí tenemos claro es que esa mujer, a las pocas horas, seguirá trabajando con la tierra en su huerto.

Me queda claro que la posición de la mujer marroquí, incluso la de la mujer beréber del Alto Atlas (que goza de mucha más libertad y consideración que la anterior), no tiene nada que ver con la mía... Nosotros aquí, teorizando sobre que el mundo de la futura Era de Acuario tiene que comprender y asimilar completamente la integración del principio masculino y femenino.., y las mujeres de Amsouzart arqueadas como gusanos, portando a la espalda enormes fardos de hierba verde recién cortada, presupongo que para la alimentación del ganado.., mientras los caballeros reposaban a la sombra, tomando té y departiendo. Lo que más angustia me dio es que, encima de ir cargadas así, poco más o menos que como nuestras mulas.., ¡se apartaban bajando la mirada, cuando yo pasaba! En el Alto Atlas, un o una occidental, tiene algo así como "derecho de paso preferente". ¿Que hay un arroyuelo y una forma fácil y otra difícil de cruzarlo? Pues nada: la mujer beréber te dejará a ti, seas hombre o mujer, el paso más fácil.., y ella se meterá de pies en el barro o donde sea. Yo ya no sabía ni dónde mirar, de la vergüenza que pasé.

... No hubo "conversación" más alucinante, más conmovedora para mí en todo el viaje, que la que mantuvimos con una señora (yo no sé ya de que edad, porque el trabajo duro envejece a toda esta gente prematuramente) con la que nos cruzamos precisamente en una estrechísima callejuela de Amsouzart... Claro: la mujer iba con su fardo de hierba.., tirando a la vez de una vaca minúscula (de una raza minúscula), no sé cuántas cabras u ovejas.., en fin, un cuadro. El caso es que nosotros nos apartamos, porque ya era por demás.., y casi nos caemos en un arroyuelos de los muchos que jalonan los pueblitos beréberes (asquerosos por otra parte, porque allí el ecologismo todavía no ha llegado, y muchas veces tiran los desperdicios y las basuras como antes se hacía en Europa, al curso de agua más cercano). La mujer, que debió quedarse alucinada por nuestro comportamiento, empezó a darnos las gracias a su manera, a mostrarnos su espalda encorvada por los años y el mucho peso y trabajo, y sonreía, sonreía, sonreía... No sé: me pareció un instante de ésos que dejan una marca para siempre en la vida...

Cuando llegamos a Amsouzart, todo cambió. Es el único pueblo beréber en el que tuvimos la oportunidad de pasar unas horas, empapándonos de su forma de vida, de sus gentes, de su cotidianeidad. Íbamos a pasar la noche bajo techo, en un "hotel" que nos presentaban como el mayor de las bondades, después de haber pasado dos noches al cielo raso, bajo las estrellas... Pero la historia del "hotel" de Amsouzart merece capítulo aparte. Mañana continuaré narrando nuestras aventuras y desventuras por estas apasionantes tierras norteafricanas.

¡Besotes!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Andro, tenés la particularidad que relatás de una manera que me siento viajando con vos, veo los personajes, es un Don muchacha, te felicito.

Marta_sagitario

Luz de Andrómeda dijo...

Martita: me alegro mucho de verte por estos pagos, corazón. Espero sinceramente que poco a poco vuelvas a ti misma, al fuego y la pasión que te caracteriza, y que por una cosa y otra, últimamente venían estando tan apagados...

Me alegro que te sientas "viajando". Ése es precisamente mi propósito: tratar de introducir a las personas en viajes, en viajes iniciáticos que les pongan en disposición mental para encontrar su propio y gran viaje... :-)

Unas veces lo consigo. Otras no.

Todos tenemos un don. Cada cual tiene que aprovechar, utilizar, desarrollar el suyo. El mío es el de contar historias y el de querer explorar siempre el Universo. Le pese a quien le pese.

¡Besotes, maja!