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viernes, 19 de junio de 2009

Saga de Astrea 30- fanfic Caballeros del Zodíaco

No puedo entrar en el foro de astrología... Me he autoexiliado. Cada vez que intento poner un comentario, participar allí, se me saltan las lágrimas. Me resulta totalmente imposible.., de momento al menos.

"Vi", y le dije a una forera que lo desea mucho, que se iba a quedar embarazada en este mes.., y así fue... En cuanto vine de Marruecos nos dio la buena noticia... Pero días más tarde, abortaba. Y eso, no lo vi. O no supe comprenderlo, o no quise entenderlo.., quién sabe.

He estado a punto de enviarlo todo al buen carajo. Si lo que una "ve" o "sabe" o "siente" no sirve para nada, y acaso puede acabar haciendo daño a los demás, entonces, ¿de qué va todo esto? ¿Es una broma cruel de algún dios inclemente?

Pero esta mañana, mi amiga Ana me ha pedido ayuda. Y una
vez más, no he sabido (no he podido) negársela.
Lo mío ya no tiene remedio.

¿Estoy haciendo el primo? ¿Lo estoy haciendo bien? No lo sé. Cada día, sin excepción, me formulo a mí misma esta pregunta. ¿Y cuál es el precio?

Neptuno retrógrado en la Casa 5.., conjunto a Quirón retrógrado en la Casa 5.., conjunto a Júpiter retrógrado en la Casa 5...

Todo lo que tiene que ver con criaturas, estos días, me causa un dolor abismal, que se me instala como una garra en el costado derecho, o en el estómago, y me hace ver las estrellas.., del propio infierno.

... Y mañana, cursito de regresiones... ¿Habré de seguir soportando y asistiendo a asuntos dolorosos relacionados con niños, acaso?

Veremos... Estos temas me tocan ya demasiado. No sé bien qué me está ocurriendo, ni por qué. Quizá ha llegado el momento de averiguar algo.., o quizá no.

... No dejo de ver en mi cabeza el rostro de una niña que conozco... Hasta he soñado con ella hoy.

Seguiremos adelante.., como se pueda.

Tocando el caramillo como los antiguos dioses paganos.., o algo que se le parece mucho.
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Si he conseguido ver más que otros hombres, es porque he logrado auparme a hombros de gigantes”.
Isaac Newton.

Una larga serie de cuentas de madera se escurrió por entre los dedos largos y sensibles de aquel hombre sentado en el suelo… Sonaron de forma extraña al caer, como un eco muerto sobre las frías losas del pavimento. Las columnas repitieron aquel sonido durante muchos segundos. Shaka, el Caballero de Virgo, apenas abrió una rendija los párpados, y volvió a dejarlos caer. “Ya sé que venís”- se dijo a sí mismo-“Aquí estoy: esperándoos”.

“Un mala de sándalo: simplemente, un humilde rosario. 108 cuentas que representan las 108 debilidades humanas, los 108 errores que se deben evitar para acceder finalmente al Nirvana. Enfrentar el mal para poder ser purificado… El control y el poder sobre la oscuridad se obtienen tan sólo pagando un alto precio. Sé lo que se nos viene encima. Los 108 Espectros.., ése es el significado.

12 horas: tan sólo doce horas de margen para decidir el resultado de una batalla, y el destino de todo un mundo. 12 luces que se extinguen paulatinamente en un viejo reloj renacido. Docko.., cómo te siento, brillante y pleno, tan cerca...

Ya se combate; ya las contiendas antiguas han despertado; ya las ruedas del karma giran, trayéndonos de nuevo todo aquello que entonces no pudimos resolver. Y ella.., ella también está aquí. Regresa para hacer que todo vuelva a ponerse, nuevamente, en su sitio. Como al principio…

Me enfrentaré a mi propia injusticia y a mi debilidad. Me enfrentaré al espejo de mí mismo.

Estoy consciente. Soy Shaka. Y reconozco la Eternidad”.


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“¡Deprisa! Tengo que tener mucho cuidado. Los Espectros de Hades han conseguido adentrarse en el Santuario, y ahora sabemos sus intenciones: acabar con la vida de Atenea. Pero, ¿qué es eso?”.

Mu se detuvo en seco para tomar aire, afectado por la larga carrera cuesta arriba… Sentía perfectamente una presencia extraña en la Casa de Géminis, la Tercera Casa cuyas puertas él debía trasponer si quería alcanzar a sus enemigos, que le llevaban un poco de ventaja. El templo de Géminis había estado vacío, sin embargo, desde que aquel traidor, ahora renacido, fue enviado a las profundidades del oscuro infierno. ¿Quién lo ocupaba ahora entonces, llenándolo completamente con su energía, como si fuera su mismo dueño?

- ¡Es un aliado lo que percibo!- exclamó el lemuriano, estupefacto- Pero es imposible: no le reconozco. No es ninguno de los Caballeros de Oro. ¿De quién puede tratarse? ¿Quién, por los dioses, está protegiendo la Casa de Géminis?

Súbitamente, un fogonazo, una luz: una luminosidad violeta, brillante, en su mente, en su espíritu, en su cabeza.., justo delante de los ojos. Mu se dio la vuelta instintivamente, jadeando, con las pupilas dilatadas. Era demasiado claro para que se equivocara. Miró atrás, hacia su propio templo que se adivinaba allí, en la distancia. Aquella era la invocación, el mantra de Vajrapani: la personificación del poder de los Budas. Una petición de auxilio que puede convertirse en agresión mortal, cuando se convoca una acción por el bien de otros seres.

“Vuelvo a sentirte de nuevo, muy cerca.., sí, por supuesto: el vínculo es indestructible”-Mu bajaba la cabeza y el tronco excesivamente, como si estuviera a punto de embestir a alguien, pero no se movía-“¡Y estás luchando! Estás luchando nuevamente en nuestro terreno, a las puertas del Santuario. Pero, ¿por qué? ¿Por qué? ¿Qué buscas aquí?”.

Permaneció unos segundos con los ojos cerrados… Rastreaba, indagaba a través de las dimensiones que aproximan entre sí a todos los seres vivos, a todas las personas, a todas las cosas… Aquellos lugares donde el tiempo y el espacio no tienen ningún sentido. Pudo verla con claridad, de aquella forma…

- Alba.., ¡Alba!- exclamó en voz alta. Y ya no pronunció una sola palabra más.

Se volvió de repente como si le aguijonearan y, también súbitamente, probablemente poseído por una energía sin límites, volvió a echar a correr cuesta arriba. Como si la vida le fuera en ello. No quería, no podía perder el tiempo en ensoñaciones... La amatista había sido utilizada una vez.., seguramente, no sería la última. Pero eso, ahora, era el menor de sus problemas.

Porque delante, a tan sólo unos metros, la Casa de Géminis resplandecía de poder oculto.., y cuatro espíritus fuertes y resueltos a luchar se enfrentaban entre sí, cosa que Mu todavía no lograba explicarse. No sabía quién podía estar haciendo frente a los tres adversarios, los tres Espectros de sus antiguos amigos fallecidos, que le habían tomado la delantera en su carrera por la muerte (o la vida) de Atenea.

Mu no dudaba... Estaba, una vez más, listo para combatir a quien se le opusiera.
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“Perecerán a vuestras manos si franquean los límites”.

Milo, el Caballero de Oro de Escorpio, había decidido quedarse cerca de Saori, la encarnación mortal de Atenea en aquel tiempo y lugar, pero se encontraba inquieto, intranquilo… Ahora, percibía todas las cosas con muchísima claridad. Sabía que los Caballeros de Bronce vagaban por el Santuario, aunque no habían avanzado mucho aún. Había asistido, de una forma intuitiva por cierto, al tremendo choque de voluntades que se estaba produciendo en la Primera Casa, y sentía perfectamente la energía del inmenso cosmos del anciano Docko, el Caballero de Oro de Libra. Notaba la presencia esquiva, sutil y extraña de Ikki, el Caballero de Bronce del Fénix, que caminaba a solas por el Santuario, sin propósito definido. Tenía localizado a Shiryu, del Dragón: el invidente que avanzaba en círculos, costándole el llegar a ninguna parte. Había vislumbrado, estupefacto, el enfrentamiento entre Shaina, el Caballero de Plata de Ofiuco, y aquella renegada, “Espiga”, que inexplicablemente había regresado y parecía combatir en tierra de nadie. No pudo intervenir en el golpe de Mu que, con su “Extinción Estelar”, probablemente había enviado al joven Seiya, el Pegaso, al País de las Sombras… Y, estupefacto, supo que los Espectros de Hades acosaban el Santuario; que sus antiguos compañeros de tantas batallas, Saga, Camus y Shura, se habían pasado al bando contrario; supo de la muerte de Aldebarán, de Tauro, y le dolió en lo más profundo del alma... Y ahora, en la Tercera Casa, aquellos tres renegados volvían a enfrentarse con alguien.., alguien.., que sin embargo aún no conseguía identificar.

“Demasiada gente combatiendo en un espacio tan pequeño... Y sin embargo Shaka permanece aún en silencio, en la Sexta.., y eso casi me preocupa tanto como todo lo demás. Mu, haciendo honor a su naturaleza, no puede mantenerse al margen, y acude a la pelea en la Casa III: espero que no en busca de revancha. Docko se enfrentará a su antiguo rival y amigo, Shion, resucitado desde el Mundo de los Muertos, traidor a su causa y aliado del Rey del Inframundo; esos dos muchachos, Andrómeda y Cisne, desafían a la muerte violando la orden impuesta por la diosa. No debo moverme de aquí, mientras ella, Saori, permanece desprotegida. Se encuentra en un grave riesgo: vienen por ella. Estoy seguro. Pero, ¿quién es el que guarda la Casa Tercera? Ah.., Aioras.., ¿dónde te has metido? ¿Qué esperas para unirte, en esta Guerra Santa, al resto de tus compañeros? Necesitamos todas las fuerzas que seamos capaces de reunir ahora mismo…”.

“Perecerán a vuestras manos si franquean los límites”.

Milo reflexionaba. Ésas habían sido las palabras de Saori, pero él se cuestionaba tantas cosas… ¿Cómo había podido ella darles esa orden? Siempre fue protectora, amante de sus Caballeros, pero tenía especial predilección por aquellos muchachos valientes, Pegaso, Dragón, Cisne, Andrómeda… No podía creer que tuviera que hacer gala de todo su poder contra ellos, en caso de que por fin alcanzasen aquel recinto. No quería creerlo. ¡Ellos habían combatido tanto, habían sufrido tanto en el pasado! Pero ésas habían sido las órdenes de Atenea. Irrevocables y muy claras.

“Mataría sin remordimientos a “Espiga”, desde luego; pero no me gustaría tener que alzar mi brazo contra los otros muchachos”.

Suspiró, encogiéndose de hombros. Eran bastantes más los que habían penetrado en el Santuario, Espectros de Hades, Rey del Inframundo… Horribles sombras, ignominiosas voluntades sometidas a la esclavitud del Infierno, que les había devorado el alma hacía ya tiempo, y que ahora les escupía, como a ratas, a la superficie. Todos ellos con el mandato explícito de entregarle a Hades la propia cabeza de la diosa, servida en una bandeja. Eso era lo que sabía Milo.., no se equivocaba.

Avanzó hacia Saori que, sumida en sus propios pensamientos, no se movía. Con la vista fija en algún punto de la lejanía, la reencarnación de Atenea parecía meditar, como si no perteneciera del todo a este mundo. Su largísimo cabello, de color violáceo, se agitaba un poco a causa de la leve brisa nocturna, que una vez más, era la única cosa que aportaba al Santuario algo de vida. Porque el tiempo se había detenido verdaderamente al abrirse las bocas del Hades. Tan sólo el reloj de fuego azul, iluminado por el viejo Docko, marcaba el paso de las 12 horas.., únicamente 12, que tenían de margen para inclinar la balanza de la batalla por uno u otro bando.

- Atenea, ¿está todo en orden?
- Sí, Milo…- ella habló casi en un susurro- Gracias.
- Hace poco creí sentir la energía de alguien extraño, que penetraba en este recinto.
- De nuevo, gracias… Pero no hay motivos para preocuparse.
- Sin embargo, las fuerzas de Hades están por todos lados. Debemos mantenernos alerta, por si deciden atacar.
- Milo…- Saori pareció vacilar- El que nos visitó hace poco no es un adversario… Al contrario: es un fuerte aliado que vino para ayudarnos, y no quiero que hagas algo que pueda perjudicarme.

El Caballero de Escorpio la miró intensamente, como si quisiera atravesarla con sus pupilas aceradas. Se quedó callado unos segundos, valorando lo que acababa de oír.

- ¿Qué queréis decir? Pero, ¿quién es el dueño de esa energía?
- Él.., bueno.., él es…

De repente, Milo recibió una visión interior. Un rostro, una imagen muy clara y definida en su mente. Enviada por aquella muchacha, la reencarnación de una diosa celeste, a su propia conciencia. La cabeza del Caballero de Oro osciló apenas unos milímetros, como si estuviera algo mareado. Era increíble aquello, y no daba crédito. Había reconocido perfectamente las facciones que, telepáticamente, acababa de ver.

- No me lo puedo creer…- Milo mostró entonces una sonrisa torva, amenazadora y brutal en su rostro- Entonces, ¡quiere decir que ese hombre está vivo!
- Él es quién está protegiendo ahora mismo la Casa de Géminis- aclaró Saori.
- ¿¡Qué!?- Escorpio acentuó su peligrosa sonrisa, y achicó las pupilas. Nadie, en este Universo ni en ningún otro, hubiera sido capaz de adivinar lo que en ese momento pudiera estar sintiendo o pensando.

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