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viernes, 5 de junio de 2009

Saga de Astrea 29- fanfic Caballeros del Zodíaco

Me marcho 9 días a recorrer las montañas del Alto Atlas marroquí... Sí: ya sabéis cuánto me gusta moverme. Ahora estoy bien; me encuentro tranquila. Espero que estas vacaciones sean excelentes. Espero poder ver muchas cosas que hagan, como siempre, que mi mente y mi corazón se abran, cada vez más. Voy a un lugar donde la tierra es roja y las montañas son salvajes; donde cada gota de agua es un pedazo de oro que hay que saber aprovechar. Un sitio donde las estrellas brillan, libres de toda contaminación lumínica. Unas tierras que, en parte, llevan ecos de uno de los episodios más largos y trascendentales de la historia de mi raza: el país de los beréberes, o mejor, los Imazighen, los "Hombres Libres".
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En cuanto al episodio de hoy de Astrea, mucha gente me pregunta qué pasa por mi cabeza, por mi alma, por mis entrañas, cuando caigo en el abismo profundo: en el pozo sin fondo. Bueno: me inspiré en ese estado para escribir esto. ¿Quién no ha conocido alguna vez "la noche oscura del alma"? Todos nosotros, sin ninguna duda.
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Pronto volveré a estar con todas, con todos vosotros... Mientras tanto, poco a poco voy cambiando el "chip", sumergiéndome en ese estado inocente y a la vez, curioso, que es el preludio de cualquier viaje. Deberíamos no olvidar que pase lo que pase, la realidad siempre puede cambiarse. Con movernos levemente ya nos damos cuenta. La auténtica realidad es la que parte de nosotros mismos: de nuestro estado de ánimo, de nuestros pensamientos, de nuestras vivencias y experiencias.., se abre con la disposición de nuestra capacidad de amar, y nos desconecta del Todo cuando nos hallamos sumidos en la desesperación.

Besotes, amigos míos...

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El que ha resuelto vencer o morir rara vez es vencido: una desesperación tan noble difícilmente perece”.

Corneille

“Cuando no hay esperanza, nada se teme… Llega un momento en que el corazón ya no da más de sí. No se puede entregar ya más.

Una noche eterna: eso es. Así, mi alma no se encuentra extraña: el escenario de fuera concuerda perfectamente con el escenario de dentro.

No quisiera respirar, no quisiera sentir. No quiero vivir. No importa que me lo noten, o que no. Ah.., pero yo sé que es muy difícil que me vean por dentro. Sin hacer ningún esfuerzo, yo leo en sus almas.., pero ellos no en la mía. Nunca. No me ven.

No se dan cuenta de que llevo la muerte dentro.

No me importa que no amanezca. Ojalá no amaneciera de veras, nunca jamás. Al menos, habría algo eterno. La muerte es eterna. Es lo único que sé. Esta noche, este silencio… Este terrible silencio en que nos ha abandonado Dios”.

- Mira, Al…-susurró Hyoga, el Cisne, poniendo su mano derecha sobre el hombro de ella… Se sobresaltó un segundo, volviendo en sí de repente. Era muy fácil seguir caminando, moverse.., pero su espíritu, a menudo, no estaba allí. Se obligó a regresar, aunque eso le fastidió enormemente.
- ¿Te encuentras bien?- le preguntó Shun, extrañado. Sólo él.., tan sólo él podía atisbar algo en su interior. Bueno.., y alguien más. ¿Qué demonios importaba eso ya?
- Es cierto: en la Primera Casa- cortante como una cuchilla. “No te me aproximes, o no respondo. Apártate, déjame en paz”- Hay algo potente en la Casa de Aries.
- Me cuesta reconocer de quién se trata…- habló Shun, concentrándose, fijando la vista en la lejanía. No quería entrometerse en asuntos ajenos; aunque sentía mucho, hablaba poco, y apreciaba a Al lo suficiente como para respetar esos infinitos silencios que de repente la invadían.
- Dos.., son dos- apuntó Hyoga- Una confrontación de dos opuestos, sin duda alguna.
- ¿Qué hacemos?
- Podemos acercarnos, o dar un rodeo- se encogió de hombros Hyoga- Sea lo que sea, hemos de pasar necesariamente por allí, si queremos penetrar en el Santuario. No hay otra elección que ir traspasando las 12 Casas una a una.
- Entonces, vayamos- Shun no dudó. Su cadena no se movía: es decir, la agresión, el conflicto, fuera cual fuera, de momento no iba con ellos.

“Moverme, actuar. ¿Y para qué? Siempre acabo derribada en el suelo, obligada a levantarme una y otra vez. ¿Qué estamos defendiendo? ¿La opción de la paz, del amor, del equilibrio y de la vida? Pero qué vida, qué paz, qué equilibrio, qué amor.., no se acaba nunca esto. Estoy muy cansada: muy, muy cansada. Necesito un relevo. Necesito perderme en el olvido”.

- Claro, vayamos…- Alba suspiró, pero su rostro era impenetrable... Hyoga se puso el primero y avanzó decidido. Shun, de repente, soltó una exclamación ahogada.
- ¡El reloj!

Efectivamente: algo más lejos, en la oscuridad, podía percibirse como la alta silueta de la torre del reloj del Santuario había cobrado vida… La esfera del instrumento brillaba, iluminada por 11 oscilantes llamas azules. Hyoga puso cara de incredulidad.

- ¿Qué significa esto? ¡Alguien ha encendido los fuegos de las Casas una vez más!
- Signifique lo que signifique, una cosa es cierta: hay que darse prisa. Ese reloj es una cuenta atrás, y marca el tiempo estipulado para que algo en este mundo se derrumbe y desaparezca para siempre- opinó el Caballero de Andrómeda.

“Qué noche tan fría”- pensaba Al, ausente.

Se escuchó un fragor terrible desde la Primera Puerta. Hyoga y Shun se pusieron en guardia instintivamente. Luego, echaron a correr hacia allí.

Alba los miró y sintió que toda la fuerza se le iba… No los siguió a la carrera. Con la vista fija en la Primera Casa, que se adivinaba a lo lejos, pensó “Sólo un Caballero de Oro muy poderoso tiene potestad para encender esos fuegos. Y de los que quedan vivos, tan sólo se me ocurre uno: Docko de Libra. Por fin te hemos encontrado, viejo”. Acarició la gema de amatista de su báculo... Sentía tal debilidad, que caminaba casi como una anciana ella también.

No podía asistir a sus compañeros, ni a nadie, en aquel momento. Pensó que era como una traición.., pero simplemente, no podía. No podía acercarse ni un milímetro más a la Primera Casa. Sus pies no la obedecerían.

- Veo que para ti ningún castigo resulta suficiente… ¿Acaso necesitas más?

Eso la hizo reaccionar. Se volvió rápida, veloz como un rayo: un pequeño relámpago blanco, con la túnica tremolando en la suave brisa nocturna. Fruncido el ceño, dispuesta a enfrentar cualquier cosa que se moviese. No había miedo, no había ningún pensamiento, ningún sentimiento ya. Como una máquina entrenada para vencer o morir, se movió instintivamente, achicando la vista, a fin de ver mejor en la oscuridad.

- ¡Ah!- exclamó.
- Sí: yo otra vez, ¿me recuerdas? Como él no quería rematarte (en el fondo, siempre fue un sentimental), tuve que ser yo, Shaina, la que se metiera por medio para darte el golpe de gracia. Sin embargo, me temo que algo falló: de otro modo, no estarías aquí.

“Un velo de sangre en mis pupilas... No veo nada, nada más que su rostro, cubierto por una máscara. Nada más que a ella. No percibo su tamaño, ni su fuerza, ni calibro mis posibilidades. Me es imposible dominar esta cólera. Odio concentrado en mi corazón, hasta extremos alejados de la razón humana. ¡Es ella!, aquel ser despreciable. Me tiemblan las manos.., toda yo me convierto en un temblor violento: el terremoto interior de mi ánimo que precede a la explosión de toda mi ira. Estoy jadeando, jadeando con fuerza. Me preparo para matar”.

- ¿Nerviosa, Alba?- ríe Shaina. Ella es esbelta, pero fuerte. Shaina de Ofiuco: la legendaria guerrera, Caballero de Plata, como Al. Agresiva, soberbia. Alba miró sus manos, y recordó su ataque. “Cobarde”, pensó para sus adentros. No dijo una sola palabra. Sólo la miró, y si una mirada bastase para asesinar, su oponente habría caído ya fulminada.
- ¿Ahora necesitas un bastón para caminar?- se burló la guerrera, divertida. Alba la seguía constantemente con la mirada mientras ella la acosaba en derredor, como si quisiera percibir cuál era el punto más vulnerable de su anatomía. Apretaba fuerte el báculo de madera. De repente, Shaina atacó. Fue con un grito agudo, un chillido penetrante de vampiresa, de animal salvaje. Se abalanzó sobre ella con las manos por delante, convertidas en garras de acerada apariencia. La izquierda le alcanzó en un hombro, desgarrándoselo. Al aulló de dolor, pero rápidamente volteó su bastón, con un movimiento circular, potente y muy rápido. La alcanzó en el estómago, y la propia inercia de su movimiento hizo que Shaina perdiera el equilibrio.
- ¡Vaya!- comentó el Caballero de Ofiuco, sonriendo con desprecio- Veo que utilizas bien el palito para defenderte... Cuando eras Caballero aún no tenías que valerte de esas artimañas.

Al ignoró sus comentarios. Sentía arder la herida que le había abierto en el hombro, pero eso precipitó más aún su descarga de adrenalina.

Shaina volvió a la carga. Era rapidísima, veloz, inmisericorde... Atacaba a la cabeza, a los ojos.., y cuando Al se cubría con su bastón, percibía inmediatamente dónde se encontraba la guardia baja, y en toda ocasión lanzaba allí un golpe terrible. Sus garras, como los dientes de un caimán, no punzaban: desgarraban la carne allí donde hacían presa. Al perdía sangre por múltiples heridas que le empapaban la túnica blanca. Era muy complicado parar aquellos golpes tan sólo con un palo de madera. Ofiuco le tocó por fin en la mejilla.., Al percibió como un hilo de sangre brotaba de su pómulo cortado. Se limpió con el dorso de la mano, y entonces se dio cuenta de que Shaina no iba a dejarla así como así.

- No pasarás de aquí, querida…-masculló el Caballero de Plata entre dientes. La expresión muerta de su máscara plateada no permitía ver sus facciones: sólo así cubiertas podían combatir las mujeres en el Santuario de Atenea. Alba, que se enfrentó a esa ley, y a muchas otras cosas, sólo obtuvo a cambio dolor: el desprecio, el destierro, la humillación.
- Shaina: aparta- dijo entonces Alba, contundente. Empezaba a cansarse, y deseaba que aquello terminase, pero no era capaz de quitarse de encima al Ofiuco.

La guerrera saltó ágilmente desde una roca, por encima de su cabeza. Unos 4 metros de caída, con las aceradas uñas por delante... Rapidísima, a una velocidad que sólo el disparo de la cabeza de una víbora podía igualar en su mordida. No podía.., no se arriesgaba a seguir debilitándose: ya había perdido mucha sangre, y apenas había logrado tocar a aquella posesa un par de veces con un molinete más preciso.

Entonces lo “vio”. En su cabeza, en su interior, de una forma inexplicable… “Vio”, en un espacio de tiempo sin tiempo, dónde podría golpearla para hacerla caer. No había contornos, no había profundidad de campo en su visión; pero los minutos se alargaron siglos en su percepción, y supo claramente qué debía hacer. Alzó en una décima de segundo el bastón de madera hacia la guerrera... Su esternón, el esternón de su enemiga: toda su energía, todo el poder, toda la atención, todo el universo concentrado en ese punto, en el aquí y en el ahora, durante toda una eternidad.

“Porque yo no soy más que un átomo en la inmensidad.., ¡asistidme para defender lo que es preciso!”.

- ¡OM BENDSA PANI HUNG!- gritó Alba, y la amatista que llevaba en la punta de su cayado emitió de improviso una luz intensa, cegadora, terrible. Shaina cayó sobre ella, y durante unos segundos no se vio nada más que un estallido de luz increíble. Cuando esa luz se disipó, Al estaba de rodillas, apoyada en el bastón con las dos manos, y observaba a su oponente, que yacía unos metros más allá, jadeante y dolorida, con ojos de fuego.
- Veo.., veo que has vuelto para quedarte, ¿eh?- balbuceó el Caballero de Ofiuco, que sangraba profusamente por la boca, como si acusara algún tipo de hemorragia interna- Eso no es de Shaka, ¿verdad?

Al se alzó con cierta dificultad. Volvió a limpiarse su propia sangre de la mejilla y miró a su oponente, que se retorcía de dolor, con un gesto de ira y de desprecio absoluto. Se sentía vacía, como el que realmente ya nada tiene que perder.
- No, no es de Shaka: mi maestro, como tú misma, murió para mí cuando todos vosotros me condenasteis… Eso que has visto me lo enseñó Mu.., aunque él también esté ya muerto para mí".


1 comentario:

Anónimo dijo...

Maravillosas tierras te esperan, mujer viajera que siempre extrae de la experiencia misma de la tierra el conocimiento.

Te deseo se cumpla con todo este viaje soñado. Ya nos traerás tus emociones para compartir.

Un abrazo y beso querida Andrómeda!!!!

Mandy