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miércoles, 17 de junio de 2009

Caminando por el Alto Atlas II

"Vale más caer entre las garras de los buitres que en las manos de los aduladores"
Antístenes.
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"Peazo" de bicho, ¿eh?

Si me hubieran preguntado, hubiera jurado que era un águila real: visto así, de lejos y planeando virtuosamente por los Atlas marroquíes...

Claro, que también pensé que podía ser una arpía.., aquellas hermosas mujeres aladas de la mitología griega, que en realidad eran genios maléficos armados de largas garras.

Pues no, señor: se trata de un quebrantahuesos joven, de menos de un año. Una especie de buitre que puede llegar a alcanzar los casi tres metros de envergadura alar. Ahora hablaré un poquito sobre él.., enseguidita ;-)
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"Cuaderno de bitácora: fecha estelar 2009. Éstos son los viajes de la nave espacial Enterprise..."

Ah, no, que me estoy confundiendo de aventura ¡XDDDD!

Segunda etapa del trekking marroquí por el Alto Atlas. Día 7 de junio de 2009.

Todos los días, salvo raras excepciones, nos levantábamos temprano, con la fresca. La idea era poder aprovechar las horas mejores del día, con menos temperatura, para caminar, y a partir de las 3 de la tarde, si habíamos cumplido objetivos, descansar ya el resto de la tarde, haciendo el vago. Como véis, no pinta tan mal la propuesta, ¿verdad? Aquel primer amanecer en medio del camino dimos buena cuenta de un desayuno que siempre, indefectiblemente, consistía en varios pedazos de pan moruno a repartir; un tazón de leche (en polvo); mermelada de higo y fresa; mantequilla; miel; quesitos en porciones; y nocilla y colacao, además de café soluble. Servidora llevaba ventaja porque, al no tener mochila grande que hacer (continuaba perdida), sólo tenía que ocuparme de las pocas cosas que debía llevar para la ruta del día, incluida el agua.., y acababa recogiendo el tenderete antes que el resto.

Habíamos hecho ya algunas gestiones, y nos dijeron que no nos preocupáramos con respecto al tema de la mochila. Le entregué mi pasaporte (luego me arrepentí, pero porque suelo ser muy desconfiada con esto) a uno de los muchachos de la organización del viaje, así como el recibo de haber puesto la denuncia de la pérdida mochilera en el aeropuerto de Marrakech.., y él me dijo que no me preocupara, que la mochila aparecería y que igual podrían subírmela algún día del trekking, si la encontraban. Yo no me lo creí, pero weno, aún así preferí poner aquel asunto en sus manos.

La aldea de Sidi Chamharouch está situada ya a 2326 metros en el camino de ascensión normal del Toubkal. Aquí se encuentra el morabito (el equivalente moruno a nuestros "santos") que protege, al parecer, a la tribu beréber Ait Mizane. Hay que destacar que los morabitos siempre se ligan a cursos de agua, y casi siempre están situados en lugares altos. En ellos se ofrece la posibilidad de ser enterrado junto al santo, por lo que casi siempre podemos hallar un pequeño cementerio en el entorno. Un árbol sagrado, al menos, preside igualmente el lugar, sobre el que se cuelgan dádivas y prendas relacionadas con la intimidad de los fieles que las depositan. La fiesta o ritual del santón homenajeado aquí se celebra una vez al año, y a él acuden fieles de lugares en ocasiones muy lejanos, en romería.

El fenómeno de los morabitos es típico de los países del Magreb, y probablemente esté relacionado con formas de culto religioso anteriores al Islam, así como con cultos semejantes en la orilla opuesta del Mediterráneo, dispensados a santos católicos. Teóricamente, según los preceptos islamistas, este tipo de cultos debería estar prohibido, y de hecho en los últimos años algunos morabitos importantes han sido víctimas del asedio y hasta de destrozos por parte de grupos religiosos radicales.

Nosotros sólo vimos un poblado curioso, diminuto, con construcciones arcaicas de madera que nos recordaron muchísimo a los famosos tinaos de Sierra Nevada (al otro lado del Estrecho). Los cascos de cristal de las botellas eran "reciclados" por los locales, que los acumulaban en sendas papeleras de obra a ambos lados del camino. Allí compramos agua para ese día (nos habían recomendado consumir sólo agua embotellada por aquello de la diarrea aunque, como poco después pudimos comprobar, aún no sabemos si ese particular tiene mucho sentido aquí). Es curioso de ver cómo los beréberes desvían el agua en sus puestecillos de madera por medio de canalizaciones minúsculas, que hacen que el líquido que venden esté siempre fresco, porque sobre él caen constantemente diminutos chorros, emulando pequeñas cascadas.

Una vez traspasada la piedra encalada bajo la cual se escondía la "mezquita" sagrada, enfilamos rumbo a nuestro objetivo del día: el collado de Tarharat. ¿El desnivel? Fino, fino: teníamos que superar unos 1800 metros hacia arriba, en una sola jornada. Bueno: he superado cosas peores, pero llevaba tiempo sin hacer monte, y todos (no sólo yo) estábamos más o menos desentrenados. El Tizi n'Tarharat se encuentra, pues, a 3.460 m, y a esa altura, por experiencia, ya puede afectarte la altitud. Y de hecho, lo hizo: fuimos varios los que acusamos de repente el dolor de cabeza, la mayor dificultad para respirar, los latidos en la base de la nuca y el cansancio. Sencillamente, nos estábamos aclimatando a la altura.

La subida comenzó por una pedrera infame donde había que dar saltos como una cabra para poder mantenerte en la vertical. Me enteré, con pena, de que no iba a poder ver a los fantásticos arruís, los carneros salvajes del Atlas, ya que vivían en otros montes de por allá. La subida fue realmente penosa, porque no estábamos fuertes todavía. Uno de mis compañeros ya traía la diarrea desde Madrid, y se quedaba el último siempre, aunque es uno de los tradicionales "machacas". Parábamos de vez en cuando en las pocas sombras que el camino proporcionaba, debajo de enormes rocas (aunque habíamos empezado a la sombra, poco a poco la luz del astro rey se abrió paso entre las angosturas del valle que trepábamos). Comíamos naranjas y frutos secos que Ibrahin llevaba en una bolsa.., y otros pocos que nosotros nos habíamos traído.

Tremenda sudada, pues, y algunas ráfagas de aire ya en lo alto del collado (¡por fin!), viendo una panorámica impresionante a ambos lados. Dejamos a nuestra derecha, sin subir (era una ascensión opcional) el pico Tichky, y prácticamente todos nos derrumbamos, medio tirados por el suelo, buscando aire lo más oxigenado posible para recuperarnos. Un rato de descanso, y el descenso mucho más cómodo hacia la majada de Azib Tifni. Es ésta una discreta agrupación de cabañas de piedra y madera, frecuentada por los pastores nómadas en el verano, cuando suben con sus rebaños a estas cañadas fértiles. Gracias a una ingeniosa roturación a base de minúsculas acequias, excavadas en el terreno y dispuestas como una red, se permite en esta zona el aprovechamiento del agua de los riachuelos de montaña, y se consiguen frescos pastos en pleno erial.

Muchas bromas en la cumbre del collado, cuando nos damos cuenta de que nuestras mulas y muleros (que iban por otro camino más cómodo) se han perdido y han bajado por otro valle.., teniendo que volver a subir y a bajar por el camino correcto. ¡Menuda gracia, si nos hubiera pasado a nosotros!

Me quedo la última (normalmente, soy la que cierro la marcha) y voy bajando con cuidado por una de esas pedreras de cantos móviles que tanta rabia me dan, cuando de repente veo su sombra. Es grande, y planea sobre nosotros. Miro pa'rriba, y no veo un carajo. Sigo bajando, concentrada en mis pasos para no torcerme un tobillo, y entonces ya lo localizo: inmenso, espectacular, amenazador. Gira en círculos en torno a los tres últimos del grupo.., y yo soy la última de los últimos. Agh. Lo miro, lo veo planear, lo estudio de cerca, y no sé qué es. Me parece algún tipo de águila, pero no lo identifico bien. Socorro. Mamá. Yo quiero volverme pa'España. El bicho da sendas pasadas cada vez más bajo, y yo continúo descendiendo la pedrera, mirando para el suelo. No puedo vigilarle a la vez y caminar, así que me quedo más retrasada aún, quieta y esperando a la "fiera", a ver qué pasa. Me gritan que no me detenga, que siga avanzando. Levanto los ojos sobre mi vertical, y ahí está: justo encima de mi cabeza, como a 5 ó 6 metros tan sólo, y entonces pliega los hombros como si se me fuera a echar encima. Pego un grito con toda mi alma "¡¡Me cago en la madre que te parió, puto bicho de los cojones!!".., o algo similar, que soy incapaz de reproducir ahora con precisión. El ave rapaz se eleva un poco, veo cómo me mira... Da otra pasada más arriba, y se aleja lentamente. Aún así, varias veces nos volvió a sobrevolar casi rasante, y acabé cogiendo una piedra con la mano, dispuesta a quitármelo de encima al más puro estilo "drea". Alguno comentó más tarde que él hubiera preferido el bastón de montaña, si se le hubiera echado encima XDDD.

Hasta que llegamos a España y pudimos consultarlo, no supimos qué demonios era aquel "depredador"... Luego me arrepentí de no haberle sacado una foto de cerca, pero en serio creí que me acechaba. Los más rápidos nos dieron la enhorabuena por haberlo tenido tan cerca, cuando llegamos a su altura. En aquel momento, sin embargo, yo casi sentí la necesidad de sacarles a todos los ojos, por graciosillos XDDD.

Acampamos por fin a las tres de la tarde, asfixiaditos de calor, pero ya con nuestra deliciosa jaima, que hacía las funciones de comedor y de habitación comunal para la siesta, desplegada. El ritual era similar en todas las ocasiones: descargarnos los lomos, quitarnos las botas polvorientas (al final del viaje, casi no sabíamos cuáles era de quién), tomarnos un té fuertemente especiado para fortalecernos, comer ensalada beréber con aceitunas.., y a dormir como gorrinos, todos juntos tirados en la tienda, roncando a pierna suelta. Por la tarde me acerqué con Merche (la otra chica de la "expedición") a las pozas de agua que se formaban gracias a los riachuelos que corrían dando saltos entre las peñas, para asearnos, lavarnos la cabeza, y todo lo que fuera posible. Desgraciadamente, yo había extraviado mi bañador junto con la mochila grande.., así que tuve que hacer auténticos contorsionismos para poder limpiarme de una forma más o menos decente.

¿Y por qué tanto cuidado, cuando una se ha bañado completamente en pelotas anteriormente en plena naturaleza, y sin ningún pudor? ¿Es que acaso estoy retrogradando mentalmente, como los planetas?

Pues no: es que el beréber, como ya os dije, se camufla que da gusto. Parece un camaleón, y es silencioso. Varios señores, aparecidos como de la nada, nos dieron las buenas tardes con sorna, según andábamos lavándonos los pies o algo mucho más peliagudo. ¡La Virgen, qué estrés de baño!

… Aunque peor fue lo de "Colmillitos".., qué duda cabe...

Pero eso, más bien, queda para mañana.., ¡que no voy a contaros todo de un tirón!

¡Besotes!

2 comentarios:

Alibabapobre dijo...

Otra vez muy bueno... Y además se nota que tienes alma de montañera, como Tartarín de Tarascón, je, je...

En realidad el desnivel de ese día fueron unos 1200 metros, no 1800... Pero que alce su piolet el montañero que no haya exagerado nunca sus "hazañas"... Va en la sangre.

Luz de Andrómeda dijo...

Juasjuasjuas!: pues tienes razón, se me ha ido la pinza un huevo. En fin, que me perdonen mis lectores.., será que me he emocionao con lo del "águila" que era más bien "buitre".

XDDD!