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martes, 2 de septiembre de 2008

Saga de Astrea-1 fanfic Caballeros del Zodíaco


Era joven.., muy joven cuando supe de Saint Seiya, el anime (animación de dibujos animados japonesa), titulado en España "Caballeros del Zodíaco"... Algo tenía esa serie que me llegaba muy adentro. No podía verla frecuentemente cuando la emitían por tv, porque tenía demasiadas actividades extraescolares. Pero me prometí a mí misma verla más adelante, en cuanto tuviera la oportunidad.

Y la oportunidad llegó: hará dos años en enero próximo, me cogí la primera baja laboral de mi vida. Una bronquitis con complicaciones que me postró en la cama durante dos semanas. Le pedí a mi hermano que me pasara la serie en DVD, para no aburrirme en casa. Recién empezaba yo, entonces, con la astrología.., y todo aquello del Zodíaco y demás me parecía muy sugerente.

... No podía imaginar cómo iba a cambiarme la vida a raíz de aquello...

En honor a todo lo que ocurrió más adelante, a toda la larga serie de acontecimientos que fueron llevando mi vida por derroteros insospechados, decidí escribir este "fanfic". Los frikis como yo llamamos así al remedo literario de una serie famosa de la que eres fan.., generalmente de anime japonés, aunque puede escribirse sobre cualquier cosa prácticamente.

Los personajes y escenarios de este fanfic, cuyo primer capítulo os transcribo hoy, se deben al genio creador de Masami Kurumada. Otros personajes son absolutamente míos, de mi invención, aunque algunos con muy mala intención (¡jejejeje!) me comentan que presentan sospechosos parecidos con gente que conozco ;-). A la historia original de Kurumada le he añadido muchas otras cosas de mi cosecha. Adoro la mitología clásica, la filosofía, la metafísica.., y muchos de esos asuntos toman parte en esta historia.

... Que espero os abra los ojos tanto como en su momento me lo hizo a mí...

... Que espero os apasione tanto como a mí...

Con todos vosotros, la Saga de Astrea.

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“La nada es un infinito que nos envuelve; venimos de allá, y allá nos volveremos. La nada es un absurdo y una certeza; no se puede concebir, y sin embargo, es”.


Anatole France

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Ésta es la historia de una gran batalla. Y de una victoria, y de muchas derrotas. Es la batalla por el mundo tal y como lo conocimos, pero en esta ocasión, me voy a permitir el lujo de contárosla, por primera vez, desde la perspectiva de una mujer. Sin máscara que me cubra el rostro, doy la cara en esta ocasión, libre, hija plena del Cosmos, inmortal y eterna como soy. Yo, que antaño fui conocida sobre la tierra como Ariadna, y también como Kelia, y también..., en fin, la más pura entre las mortales, quiero dejar mi testimonio. Es, de alguna manera, un homenaje a todos los que se sacrificaron por el ideal de la Vida, aquellos que quién sabe si volveréis a encontrar algún día, pisando el polvo primigenio de este planeta.

Yo, coronada por mi desgracia, tejedora infinita de sueños, libero el hilo que atraviesa las moradas oscuras de todos los laberintos... Sé de qué hablo, cuando hablo de traición y deshonor. Conozco la desolación que otorga el amor no correspondido. Pero también he sido testigo de las grandes guerras entre los Santos. Corona Borealis es mi signo, es mi cetro, la enseña de mi poder. Un poder que no nace de la fuerza, ni del arrojo, ni de la maestría en la lucha. Simplemente, surge de mi sacrificio. Y ahora que el silencio está a la espera de una nueva explosión del Cosmos, de un nuevo cometa que surque los cielos de nuestro destino, yo aún tengo algo de tiempo para narraros.

En este lugar extraño, entre la vida y la muerte, donde reposamos algunos de nosotros, el tiempo no tiene ningún sentido. Pero tampoco el amor, ni el deseo. Sólo sé que ahora soy Ariadna, la que una vez fue la más pura entre las mujeres. Y quiero, deseo contar mi historia.

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Todo comenzó para mi hace dos años, cuando aún era ignorante de lo que ocurre en otros niveles, digamos.., de la existencia. Vivía en Creta, con mis padres, y no puedo decir que las cosas me fueran difíciles. La alta posición de mis progenitores (el que fue mi padre era cónsul honorario en Heraklion, la capital) me permitía, sinceramente, un nivel de vida y una ausencia de preocupaciones que muchos quisieran para sí mismos. Lo reconozco.

Vivía, o más bien, dejaba pasar el tiempo, entre fiestas, pretendientes más o menos interesantes, y la falta de expectativas. Creta es un horizonte bello, pero cruel, un mundo primigenio en el que una puede ahogarse por falta de aire. Tendemos a asimilar la belleza, la bondad y el honor, como cosas positivas, alegres, carentes de desgracia… He aprendido que no siempre es así. De hecho, la mayoría de las veces, la belleza implica desolación; la bondad, desesperanza; y el honor, tragedia. Así es, e intuyo que así seguirá siendo hasta la noche de los tiempos. Aunque de eso, ni siquiera los Inmortales tienen noticia. Pero yo entonces, nada sabía de estos extremos. No pensaba en ellos. Todo tenía el tinte grisáceo de los días que se van sin pena ni gloria. Y echaba de menos la belleza, la bondad, y el honor. No sé si lo sabía, si lo intuía, si era algo subconsciente... Pero siempre, de una forma u otra, obtenemos lo que deseamos.., o lo que más tememos. Eso fue lo que me ocurrió a mi.

Una noche, observaba las estrellas desde la inmensa balconada de mis habitaciones. El cielo infinito, sobre Heraklion, parecía inmóvil, silencioso, como aguardando… No sé en qué pensaba, si es que pensaba en algo. La quietud era como una losa sobre la tierra que cubre un cadáver. Las luces tililantes en la madrugada de la ciudad, de vida más nocturna que diurna, bailaban ante mis pupilas inmóviles. Y entonces, sucedió lo más inesperado… Es curioso cómo el Destino nos lleva, inexorablemente, de la mano, aunque nos resistamos a él. Así pues, y casi como en una revelación, lo vi allá abajo, en el jardín lleno de sombras. Oí ladrar a nuestros perros, y noté cómo intentaba esconderse entre los matorrales, agazapándose, obviamente respondiendo a ese sonido. Percibí unos ojos pardos, enormes, desengañados pero nobles, y un rostro joven, moreno, ensangrentado. Es extraño, pero no tuve ni el más mínimo miedo, más bien, una compasión inabarcable me embargó. Por el rabillo del ojo, vi caer una rapidísima estrella fugaz. No grité, ni hablé, ni me moví. Me quedé asombrosamente quieta, vacilando, aunque tenía la completa seguridad de que me había visto.

5 comentarios:

Reina de las Nieves dijo...

Hola :)

Una buena estructura, un comienzo directo y fuerte, que crea expectación en el lector, y una narración ágil, dinámica.

Está muy, muy bien, Andrómeda.

Un beso.

Luz de Andrómeda dijo...

Jejeje, ¡pues muchas gracias por tus comentarios, de verdad! Lo he hecho con todo el cariño del mundo.., lo sigo haciendo, este fanfic. Por entretenerme, básicamente.., y porque con él, me ahorro un huevo en psiquiatra ;-)

Pues ya verás, ya, lo intensa que se acaba poniendo la cosa al correr de los capítulos.

¡MUUUUU INTENSA! (y nunca mejor dicho, jojo).

Besotes!

Corsario Sideral dijo...

Yeeeee...!

Saludos nuevamente queridísima Andrómeda.

Veo con mucha emoción que te animas a subir tu saga. Que gusto que lo hagas. Con lo bien que escribes, con lo genial de tu narrativa, uno se lo va a pasar a placer al leerte en cada capítulo. Buen trabajo wapa.

Besitos para tí, preciosa!

Corsario Sideral dijo...

Sí, es que tú si sabrás reinvindicar a esta serie. Porque, ya sabrás..., para mi ha dejado muchísimo que desear últimamente con la historia de Hades.

Besitos cariñito.

Luz de Andrómeda dijo...

¡Buenas, capitán!:

Agradable sorpresa, como siempre, recibir tus comentarios... Sí, sí: tú ya sabes. Pues efectivamente me decidí, aunque simplemente es un juego. Quiero ir desarrollando esta historia según me desarrollo yo, según voy evolucionando, según voy aprendiendo.

¡Y lo que me ahorro en psicólogos, Harlock! XDDD

¡Un besazo enoooorme!