Esta mañana he leído, oído y visto las noticias: estaba muy pendiente yo. Hay buenas nuevas desde el Campamento Esperanza, desierto de Atacama, Chile. Mi madre, como siempre, ha hecho de abogado del diablo, contándome desde primera horita de la mañana que están todo el rato con el "rollo" de los mineros, y que sin embargo, no están dando las cadenas nacionales prácticamente ninguna información sobre lo que se está debatiendo hoy en el Congreso, a saber, las reformas de las leyes del Tribunal Constitucional, y de Régimen Electoral.
Al margen de la manipulación mediática (que la hay, y nadie mejor que yo lo sabe), considero que es que la gente está ya muy harta. No sé qué porcentaje de ciudadanos creerá ya en la democracia ni en la Constitución en este bendito país. Ayer, en el Desfile de las Fuerzas Armadas, se habló mucho de los pitos y las flautas, de los abucheos y demás tonterías.., pero se habló bien poco de que los que abucheaban eran tres o cuatro, algunos de clara inspiración y apariencia neo-nazi.., que yo lo vi con estos ojitos que se ha de comer la tierra por alguna de las tropecientas cadenas maravillosas de TDT, no recuerdo ya ni cuál. El desfile interesó a pocas personas. ¿Qué importa si Chávez viene o no viene? España duerme la siesta de los no-justos. Qué diferencia con Francia, que renueva su huelga general cada 24 horas porque los franceses no están de acuerdo en el retraso en su edad de jubilación. El Gobierno gabacho insiste en que no va a rectificar ni echarse atrás ni un punto. Bueno: ustedes sabrán lo que hacen. En cuanto a nosotros, los españoles, sólo observamos y hacemos el vago.., como casi siempre.
Esta madrugada comprendí que, inefablemente, todos tenemos lo que nos merecemos.
Quizá por eso la Tierra escupió a sus vivos. Quizá por eso, Plutón dejó que se abrieran esta madrugada las cercas del Hades, para dejar escapar a los 33 mineros (qué número más curioso) que, a 700 metros bajo tierra y después de 69 días sin ver la luz del sol, no hacían más que esperar.
Quizá la clave está en las sencillas palabras del segundo minero que salió con el Fénix, esa cápsula (¿quién le puso tal nombre?) en la que, como si de un parto se tratara, todos los hombres se incrustaban para acabar por ver la luz del día, después de un tránsito larguísimo por un estrecho corredor vertical:
"Estuve con Dios y estuve con el Diablo. Me pelearon. Me ganó Dios, me agarré de la mejor mano (...) y en ningún momento titubeé", dijo, sentado junto a su familia.
Así de sencillo. Así de simple.
Qué vergüenza, Dios mío. ¡Pero qué vergüenza!
Ayer dije que a Plutón no se le puede vencer, y lo reitero. Simplemente, se le puede ser honesto, o deshonesto. En función de lo que uno haga, así responderá Él.
No sé ahora de qué sirve tanto conocimiento, tanta "espiritualidad", si no se tiene lo más importante: valentía y sinceridad.
De eso iban las reglas del Bushido, creo recordar... No sé, ¡hace ya tanto tiempo!
A mi también me gustaría meterme debajo de la Tierra ahora mismo...
Pero para que nadie pueda verme.
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