Me he currado esta fotito que saqué el otro día para ilustrar un poco lo que quiero decir con la entrada de hoy. Se trata de una fuente que hay en mi antiguo barrio, dedicada al dios romano Neptuno (sí, sí, el mismo: el del tridente y los caballitos acuáticos XDXD), así como a sus ninfas y sus sirenas. La verdad es que la fuente mola cantidad, y no es casual que yo haya querido teñir la foto con esos tonos violetas y turquesas, acuáticos y muy, muy espirituales, a lo que dicen algunos (no entiendo por qué demonios el rojo, que es un color que me encanta, es considerado un color "poco espiritual", pero en fin)... La leyenda reza: "Si supiéramos lo amados que somos realmente, ¡nunca nos haríamos las víctimas!".., y no es una frase que he soltado ahí mismo por poner algo: es que lo pienso realmente, tal cual lo escribo.
¡Y creedme, tengo buenas , muy buenas razones para pensarlo!
Hace pocos días (nada es casual en este universo, todo consiste en un tejido muy bien elaborado de sincronías maravillosas) vino a mi de forma gratuita y sin pedirlo siquiera un libraco que hace algunos años empecé y no pude terminar porque me lo prestaron y había que devolverlo (ay, la sempiterna falta de tiempo, grrrrr). Se trata del "Neptuno: un estudio astrológico" de Liz Greene: ese gigantesco y amedrentador pedazo de "tocho", conocido por todos los astrólogos y aprendices del tema, en el que se lleva a cabo un análisis increíble, aplastante y conmovedor, del dichoso planeta transpersonal desde el punto de vista de la astrología, pero también de la filosofía, de la psicología, de la religión, de la política... En fin: no tengo que dar muchas vueltas para daros la impresión de que el libro me encanta. Neptuno, como arquetipo planetario astrológico, tiene una importantísima influencia en aquello que se conoce como "psiquis colectiva", un concepto acuñado por el eminente Gustav Jung, "of course".
Vino a mi hace muy pocos días un señor empresario que ahora mismo no tenía ocupación ninguna... Mediana edad, estudios superiores, mente clara y aguda, recursos suficientes como para salir adelante bien, aún en una situación de "crisis" como la que nos atenaza. Bueno: expresó sus dudas sobre la viabilidad de su próximo proyecto empresarial, ¡e incluso argumentó que tenía una especie de inmensa fobia al fracaso! Lo más curioso del tema es que este hombre había demostrado en reiteradas ocasiones sus capacidades como profesional. Desde el principio me di cuenta perfectamente de dos cosas: primero, que algo lo mantenía "atorado", preso de una especie de inercia que no conseguía vencer.., una inercia interna que era la responsable real de sus dudas y que le forzaba a buscarse toda una larga serie de excusas para no ponerse en marcha. Y segundo: tenía dentro algún tipo de complejo extraño relacionado con el victimismo. ¡Eso se le veía a la legua!
Todos nosotros (todos, sin excepción) hemos jugado alguna vez al rol de la víctima y el del victimario. ¡Todos, a lo largo de múltiples rondas de tiempo! Si no quieres complicarte la vida con temas más densos y profundos, analiza las veces que, en tu propia vida, has tomado el papel de víctima, y también el de verdugo. No temas: te alucinará el resultado de tus pesquisas, si es que lo haces de verdad, sinceramente. Por eso, he llegado a la conclusión de que, seas víctima o verdugo (o te creas que lo eres, que ésa es otra), en realidad tu postura no importa: carece absolutamente de importancia, porque no es más que un punto de vista, un papel aprendido al que quizá nos hemos apegado demasiado: un disfraz. Piscis, el duodécimo signo del Zodíaco, es un experto en todas estas cosas del victimismo. Como simboliza la disolución del ego, está en contacto directo con el inconsciente colectivo, y tradicionalmente es uno de los que toman la postura de la víctima como medio y forma preferida de fundirse, de abandonar el Ego que tanto le molesta, de unificarse con la Totalidad Universal. ¡Quién dijo que el sufrimiento no tenía a veces una clara finalidad!
El signo de Piscis muestra una gran tendencia al idealismo.., y también al sufrimiento. Tiene severas reticencias con el mundo material: está muy en contacto con lo espiritual, sabe de dónde viene, y no le gusta mucho lo que ve aquí abajo. Todo perfecto, a excepción de que le dé por joder al prójimo.., con perdón. Efectivamente: los que van de víctimas pueden ponerse pesados.., ¡muy pesados! Yo he tenido que aprender a no hacerles ni caso, porque sé que les encanta sufrir y que la cosa no va conmigo, ya que si cayera en las redes del "pobrecito de mí", no haría otra cosa en mi vida que intentar consolarles. Técnicamente, no es que les encante sufrir: es que sufren por su extremado idealismo y por su sensibilidad, por su permeabilidad extrema que les impele a tratar de sintonizarse y armonizarse con cualquier cosa que les resulte apropiado. Su permeabilidad extrema casi les obliga a fundir su sentido del Yo con el Cosmos. Son muy influenciables: absorben todo tipo de impresiones corriendo el peligro de caer en la confusión y la desorganización, ya que su sentido práctico es prácticamente nulo.
Sí: sé que hablo de forma muy políticamente incorrecta. ¡Pero es que considero que, de vez en cuando, es necesario, muy necesario tomar al toro por los cuernos! Con Piscis esto resulta muy difícil: se escabulle, se escaquea, se retrae, como buen pececillo escurridizo que es. En el mundo del pescado, regido por el planeta Neptuno, todo parece difuminarse y disolverse en la Nada. Y claro: ¿cómo negarse a atender los requerimientos de los que sufren, de los que se desesperan, de los que parecen nadar en la ansiedad y en la melancolía?
Ayer, por mi cumpleaños, me llamaron por teléfono (supuestamente, para felicitarme, jajaja) dos personas con un componente de Piscis tremendo, enorme, casi apabullante... Estos dos no sólo tienen profundos rasgos del signo regido por el voluble dios del mar, Neptuno, sino también un carácter de los tres mil demonios, motivado por severas y poderosas posiciones en signos de Fuego y Tierra. ¡Qué combinación más explosiva! Había discutido algo más que fuerte con los dos en ya demasiadas ocasiones, y por mi parte, había dado por zanjado el asunto, porque no soy persona de perder el tiempo ni de hacérselo perder a los demás. Pero claro: en cuanto los cielos se mueven, y el continuo transitar de los planetas toca en las respectivas cartas de estos dos algún punto sensible relacionado con Piscis (en el caso del hombre, la siempre esquiva Luna; en el de la mujer, una conjunción Venus-Neptuno muy, muy activa y problemática), empiezan a pensar y a sentir en términos de la Bondad Universal y se ponen pesados, francamente pesados. Se acuerdan de las burradas y bestialidades inmensas que alguna vez me dijeron, y les da por sentirse verdugos, o víctimas, o las dos cosas juntas. Y me llaman mil veces, y me lloriquean babosamente en el oído, y me llenan el buzón de voz de suspiros e insinuaciones dolorosas varias, como si uno estuviera en plena Semana Santa y la cuestión consistiera en una especie de ruta recreativa por el Calvario. La mayoría de las veces, ni siquiera les cojo el teléfono, porque sé de la manipulación real, muy real, que este comportamiento implica.., ¡y no estoy dispuesta a seguirles el juego a ninguno de los dos!
Es posible que penséis ahora que adolezco de una absoluta falta de compasión esencial, al actuar de esta manera (y encima, proclamarlo a los cuatro vientos). Pero analizadlo: analizad bien, con serenidad y raciocinio, y haced la prueba de contabilizar, aunque sea a "grosso modo". Pensad en la cantidad de tiempo (de horas de vuestro tiempo sagrado que habéis agotado) y de energía vital que habéis perdido, atendiendo los requerimientos de alguna persona de vuestro entorno de las citadas características... ¿Cuántas veces no os han llamado a deshora? ¿Cuántas veces no os han interrumpido cuando estabais haciendo algo de vital importancia para vosotros? ¿Cuántas veces no han abusado (sí, abusado) de vuestra confianza, pretendiendo contaros sus "rollos metafísicos", como yo digo, en el momento y el lugar que ellos querían? Si os ponéis a revisadlo, seguro que os sale una cuenta muy, muy larga. ¡Más de la cuenta, sin duda alguna!
Hacedme caso: no les prestéis atención. ¡Ninguna atención! Aunque lloren, aunque suspiren, aunque aparentemente amenacen con suicidarse o algo similar, aunque parezcan sentirse muy mal físicamente (manifiestan gran cantidad de síntomas físicos que son absolutamente psicosomáticos, en general producto más bien de la enorme ansiedad en la que viven), vosotros ni caso. ¡A lo vuestro! Como el que oye llover. Tenéis derecho a vuestra vida y a vuestro tiempo, y no caer en las redes de las víctimas, que al final, no son más que vampiros emocionales aunque se presenten con rostro de infante (suelen parecer aniñados, mucho más jóvenes de lo que en realidad son) y vulnerables. Son muy peligrosos, son auténticos agresores que nos dominarán si no hacemos nada por evitarlo. Además, creedme: no cambian. Seguramente vais a caer en el error de creer que podéis ayudarles: qué va, desistid, porque ellos no quieren cambiar, ellos no quieren ser ayudados. ¡Tan sólo quieren vuestro tiempo, vuestra energía, y vuestra atención constante e incondicional!
... Si tenéis interés en el libro de Liz Greene en formato digital, poneros en contacto conmigo en mi correo electrónico, shandromeda@yahoo.es
¡Saludos, buenos días.., y mucho cuidado con las falsas víctimas, que son legión!
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