Y Edipo.., ¿acabó llegando a rey?

Mis últimos estudios terapéuticos y/o disquisiciones más o menos filosóficas me han llevado a interesarme por un tema que siempre me pareció aburrido e increíble (quiero decir, porque yo no le daba crédito): el llamado "complejo de Edipo".

¿Se nota mucho que nunca confié a pies juntillas en los postulados de Freud? Creo que yo soy más bien de Jung, jajaja...
Sin embargo, como virgo es signo mutable y puedo cambiar de forma de pensar si algo me convence de veras, he decidido hoy postear retazos de un artículo sobre este tema, firmado por Juan Antonio Rubio, terapeuta murciano que escribe en el ejemplar de Coplanet (la revista cultural de la redGFU España), y correspondiente al verano 2009. ¡Espero que os guste!
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"El complejo de Edipo expresa el conflicto emocional que sufre el niño entre los 3 y los 5 años, cuando simultáneamente siente una atracción sexual por la madre y un sentimiento de hostilidad hacia el padre. Sigmund Freud se inspiró para su denominación en el tradicional mito de Edipo, llevado al teatro por Sófocles en la Grecia Clásica.

(...)

Desde bebé, el niño ha estado con su madre; ha sido alimentado por la madre, ha sido aseado por la madre, ha dormido en brazos de la madre. De hecho, el bebé probablemente llegue a creer en algún momento que el mundo está compuesto de él y su madre. Pero un día, su madre no le atiende tan rápidamente como de costumbre, es otra persona quien lo baña y le da de comer, y hasta se diría que dedica su atención a ese tipo grande. Es su padre. El niño siente odio por quien le quita la atención de su madre, y sueña en su mente y en su fantasía con destruirlo.

Pero varias pistas le hacen comprender que este padre puede ser un enemigo peligroso: el simple hecho de que su madre le dedique atención será sin duda porque puede hacerle daño a ella o a él mismo; sin duda, es muy poderoso. Esto le hace sentir miedo: miedo a que descubra sus deseos de destruirlo o al menos de apartarlo de su madre; miedo a que decida matarlo o quitarle esa cosita (pene) con la que le gusta jugar y que le produce placer. Así que, además de odio, también siente miedo hacia su padre. Eslo que se conoce como "complejo de castración".

Verdaderamente tiene poder el padre: está consiguiendo que su madre le deje a él solo en la cama o en la habitación para estar con ese hombre. Y no sólo debe ser porque ella tema que le haga daño, porque muchas veces ella ríe feliz con su presencia. Algo tiene el padre que hace que la madre quiera estar con él, como el niño quiere estar con la madre. Y al niño le gustaría tener ese "algo" que sospecha en el padre. Así que ahora, además de odio y miedo, siente envidia.

El complejo de Edipo se manifiesta en el lenguaje, el comportamiento y los sueños. El niño desea "casarse" con mamá, y la llena de gestos de ternura. La presencia de papá molesta y se intenta resolver pensando en "cuando ya no esté aquí" o "cuando esté muerto". El complejo de castración, que forma parte del complejo de Edipo, inhibe los deseos incestuosos hacia la madre y parricidas hacia el padre. Lo peor que le puede pasar a un niño es "ganar la batalla de Edipo", por ejemplo, por alejamiento del padre del hogar. En ese caso, el hijo que de alguna manera "se sale con la suya" luego resulta ser el perdedor en el desarrollo de su vida.

(...)

El conflicto, que parece apagarse entre los 6 a los 12 años, vuelve a reavivarse en la pubertad. La maduración genital y el despertar de las pulsiones sexuales vuelven a colocar al adolescente en el drama epídico: aceptar su virilidad significa entrar otra vez en rivalidad con su mismo género por el amor de otro. De cómo se resuelvael complejo de Edipo se derivará la futura relación con la madre y con el padre.

Hay hombres que no resuelven el odio hacia su padre, y por ello crecen rechazando lo masculino y llegan a odiarse a sí mismos por ser de ese género. Otros no superan el miedo al padre, y por ello crecen creyendo que es un ser todopoderoso; a veces, cuando perciben la debilidad en su padre anciano, emerge de ellos un enorme desprecio. Otros hombres no superan la envidia y los celos hacia el padre, y por ello crecen disminuídos e inseguros, sabiéndose perdedores en esa eterna competición.

Algunos hombres llegan a transformar, no sin esfuerzo, el miedo en respeto, el odio en amor, y la envidia en sana admiración. Y comprenden que su madre y su padre han sido la mejor madre y el mejor padre posibles para crear las condiciones en las que poder desarrollar lo que en esta vida han venido a desarrollar".
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Tremendo artículo, ¡mi madre! Aparentemente sencillo, pero tremendo en su contenido, en su profundidad.., y en sus consecuencias.

Quiero poner el colofón final, ya rizando el rizo de mis pensamientos complicadillos y últimamente cada vez más abisales, citando al bloggero Dani Lebowski, que en su página "Un día de furia" nos hace la siguiente crítica de la curiosa película "Birth" ("Reencarnación"):

"(...) El film relata la visita de un ser fallecido, diez años después de su desaparición, en forma de niño que quiere recuperar a su mujer en plena preparación matrimonial. Dejando de lado las hipócritas conservadoras críticas de las cuales se hizo eco la película, el film, lejos de intentar crear polémica, habla de algo mucho más importante: de la capacidad de amar más alla de la muerte, de la imposibilidad de sumergir los recuerdos en el olvido, y la posibilidad del planteamiento moral que supone la creencia o no en un dios como recurso al que recurrir en una situación de sufrimiento extremo.

El film puede ubicarse en el género fantástico, pero si se analiza objetivamente, se trata de un drama con tintes realistas, que hace al espectador plantearse diversas cuestiones que pondrán en duda (o no) la credibiliad del relato (de ahí la gracia de la película). Todo esto, aderezado con unas interpretaciones portentosas, que hacen de la actuación de Kidman, la mejor de su carrera y que supone el descubrimiento de un monstruoso (por lo grande de su actuación) Cameron Bright en el papel de reencarnado".

... Pues ahí queda eso... Como ésta no la he visto, voy a ver si me paso un día de éstos por un videoclub... Cuando me recupere un poco, claro. Que tengo la mala constumbre de apretarme las tuercas a fondo en cuanto siento que recupero las energías, aunque sea mínimamente...

¡Hasta mañanita!