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martes, 24 de mayo de 2011

La meditación del Minotauro

A menudo se me acercan personas interesadas en los talleres de meditación, preguntándome para qué sirve la meditación y qué beneficios se obtiene con ella. Bueno: ante todo tengo que decir que hay muchas formas de meditación. A la que ahora hago referencia podría encuadrarse dentro del término de lo que llaman “visualización creativa”.

La técnica en sí es más sencilla de lo que su rimbombante nombre sugiere... Consiste básicamente en poner en marcha todos aquellos recursos internos de que dispone el ser humano, o sea, lo que se llama vulgarmente “imaginación”, para mediante el afloramiento de contenidos propios del inconsciente, dar respuesta a inquietudes, dudas existenciales, preguntas sobre el rumbo a tomar, y otras.

Si eres una persona creativa, con capacidad de imaginar cosas, si no tienes problemas para inventarte una historia o para contar cuentos a tus hijos, éste es tu método de meditación. No requiere grandes dosis de concentración ni tenacidad de propósito a la hora de ponerse a meditar y relajarse un poquito todos los días. Lo único que se precisa es un momento de relax a solas, un lugar tranquilo y apacible, y ganas de conectar con uno mismo.

Voy a poner un ejemplo que llevé a cabo ayer mismo. Me sentía interiormente inquieta porque sabía que, con respecto a una persona muy cercana, hay cosas que no sé y que esta persona me está ocultando; y se trata de cosas muy importantes, que son extremadamente relevantes para una serie de decisiones que yo voy a tomar en mi futuro.

Bien; así que simplemente me tendí en mi cama, me cubrí con una sábana ligera, bajé la intensidad de la luz casi hasta la completa oscuridad, desconecté el móvil, el PC y todos los aparatitos que nos mantienen “conectados”, y di instrucciones para que no se me molestara durante media hora.

Y esto fue lo que vi.
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“Me encontré atravesando una especie de gasas leves de colores pastel sucias y desvaídas, que parecían colgar de algún lugar en el techo, como si fueran cortinas ajadas... Al echar a un lado la última, me encontré en una amplia caverna bajo tierra. Delante de mí corría un río caudaloso de aguas negras, y en el aire se escuchaban múltiples sonidos indefinidos, que se mezclaban entre sí, como aullidos, risas, susurros, conversaciones, etc. Recuerdo perfectamente que pensé “ya estamos otra vez aquí, esto es el Hades”.

Agucé mi vista “espiritual”, y sobre una piedra, en la otra orilla del río, vi a un muchacho muy joven, casi un adolescente, sentado sobre ella. Le veía de perfil: parecía muy delgado y enclenque, y tocaba una flauta doble. El muchacho parecía sumamente ensimismado en su melodía. Me fijé mejor y vi que todo el suelo alrededor suyo estaba cubierto de cuerpos de mujer desnudos, yaciendo amontonados los unos sobre los otros, que estaban vivos pero parecían aletargados. Según el muchacho tocaba, esas mujeres yacientes empezaban a moverse con parsimonia y sensualidad, como queriendo alcanzarle a él o a esa música inquietante y extraña que el músico lograba extraer de las profundidades de su flauta.

En este estado de conciencia alterado, pero sumamente agudo y perceptivo, me empecé a preguntar qué significaba aquello, y cuál era el mensaje subliminar que se escondía detrás de la visión del muchacho (aparentemente inofensivo) y los cuerpos… Entonces surgió. Detrás del joven, que ahora veía de frente, apareció un gigantesco Minotauro. Era completamente negro, de unos dos metros y medio de estatura, complexión musculosa, poderosísima, y sus ojos eran como dos brasas, dos carbones incandescentes… Emitía por su hocico abierto un vapor denso, pero no escuché ningún sonido salir de su hocico de res.

En ese momento miré hacia abajo, y me di cuenta de que mis dos brazos reposaban tranquilamente a lo largo del cuerpo. A cada uno de mis costados se encontraban dos inmensas rocas. De repente dos lianas de hiedra, adornadas con esas florecitas blancas que en estos lares llamamos “ramo de novia”, surgieron de entre las piedras, apresando cada una de mis dos muñecas. Eso me atrapó y me acercó más a cada una de las rocas: ahora estaba atada a ellas, mis brazos se tensaron, y mi cuerpo se convirtió casi en el de una víctima propiciatoria. Volví a sentir un dolor agudo que había notado de repente la semana pasada en las muñecas, a consecuencia de otras prácticas espirituales que no voy a explicar aquí, pero que todavía no me explicaba del todo.

Vi que el minotauro había sobrepasado (no sé cómo) el cauce del río y que se encontraba frente a mi, a dos palmos de mi rostro con sus ojos de brasa, echándome encima su aliento mareante y denso; parecía que estuviera dispuesto a devorarme, o a vaya usted a saber qué cosa. Para aquellos que hayan visto la primera parte de la trilogía fílmica “El Señor de los Anillos”, puedo decir que esta bestia se parecía un poco el Balrog al que se enfrentó el mago Gandalf, en el interior del mundo subterráneo y muerto de los enanos... Sólo que éste era absolutamente un Minotauro.

Recuerdo que le grité con todas mis fuerzas, tensando todos mis músculos y sin miedo, que yo era Andrómeda, una “Gobernadora de Hombres”, que no le temía y que podía hacer lo que quisiera conmigo, aunque estuviera atada de aquella forma que no comprendía, porque jamás, jamás iba a ceder a sus requerimientos… En ese momento, miré arriba, casi sin querer, y vi como si el techo de la caverna, en vez de piedra, estuviera hecho de brumas y niebla, que se abrieron de repente, dejando pasar una enorme luminosidad. Y por esa extraña abertura apareció Pegaso, el caballo alado, nacido de la sangre derramada por la cabeza de Medusa cuando Perseo le cortó la cabeza. Solo que encima de Pegaso no cabalgaba el semidiós, sino un dios entero: Mercurio. Lo reconocí por su gorro y sandalias aladas, por su báculo que representa el dominio mediante la voluntad y el conocimiento de las dos serpientes de la Vida y de la Muerte, y por la agudeza inteligente de su mirada implacable, como de acero.

Mercurio bajó volando a horcajadas de Pegaso sobre mi, se inclinó y cortó las lianas de hiedra de mis muñecas, liberándome… A continuación, curiosamente y de forma mágica, su báculo se convirtió en una afilada espada, con la que penetró en la frente del Minotauro, el cuál lanzó al aire un bramido horrendo, y se apartó bruscamente de mí. Noté en ese momento varias cosas: que el Minotauro tenía un tercer ojo vertical sobre la frente; que yo debía subirme a lomos de Pegaso, detrás del dios Mercurio, y agarrarme a él con todas mis fuerzas; y que ambos debíamos salir de allí por el agujero luminoso del techo, rumbo al Sol.

Según volábamos hacia la liberación miré hacia atrás por curiosidad, para ver si era capaz de averigüar qué había sido del muchacho de la flauta… Lo descubrí allí sobre su roca: seguía tocando, inasequible al desaliento y absolutamente concentrado, como si estuviera hipnotizado y sin voluntad propia, mientras a su alrededor la miríada de cuerpos femeninos se alzaba, convulsionándose, retozando de forma lujuriosa y obscena, subiéndose los unos sobre los otros hasta cubrir completamente el cuerpo del joven, que parecía finalmente ser ahogado por la compulsión dramática de estos millones de cuerpos desnudos”.
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En fin: la técnica como véis es sencilla, pero los resultados pueden ser extensamente elaborados... En esta meditación incorporo símbolos personales mitológicos porque es una cosa que me gusta desde niña, pero se puede utilizar cualquier otra cosa. Hace poco hubo una severa discursión en el foro en el que participo, sobre si todos estábamos capacitados o no para desvelar el significado de las meditaciones ajenas… Bueno: tengo que deciros que, cuando se alcanza cierto nivel, uno mismo es capaz de interpretarse a sí mismo mediante estos símbolos casi cualquier cosa (nadie mejor que uno para comprenderse), aunque la aportación de otras personas siempre es y será bienvenida, porque muchas mentes piensan más y mejor que una sola.

En fin.., si os animáis, ya sabéis dónde estoy... :-) Es más fácil de lo que parece, y os aseguro que, a pesar de lo enrevesada que puede parecer esta meditación que os he compartido, yo ya he comprendido perfectamente el mensaje oculto que constituye la respuesta a la pregunta que yo había formulado.

¡Muchos besos, majos/as! ¡Muy buenos días!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

FANTASTICA MEDITACION!!!!!!!!!!!!!
EL HAITO DEL MENSAJE DE LOS DIOSES......
besituuuuuus

Luz de Andrómeda dijo...

Jajajaja: ¡qué entusiasmo, chico!

¿Qué significa "el haitu"?

¡Besooootes!

Anónimo dijo...

La clave aquí es recibir: mensajes

El hálito de los dioses: LOS MENSAJES DE LOS DIOSES

Luz de Andrómeda dijo...

Ahhhh: vaya, wapo, ahora sí que lo entiendo. Se ve que estaba un poco "aberronchada".

¡Muaks!