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lunes, 16 de julio de 2012

El Guía de Lemuria















Una noche de ésas claras y limpias de verano, cuando el cielo parece apenas una sábana índigo de terciopelo cuajada de diamantes, yo le esperaba...

Vino, como siempre, subido apenas en las alas de la tormenta. En las alas del akasha, del susurro valiente y encendido del Tao. Vino como el espíritu del bosque y de la niebla: la cosa más fuerte y más penetrante jamás conocida.

Me habló para despertar mi espíritu... El Guía de Lemuria no transmite con palabras, sino con sentimientos. Pero su discurso es siempre recto y comprensible. No está condicionado por los fragores de las batallas ni del tiempo; no está contaminado por los esfuerzos, los deseos ni las acechanzas de los hombres.

... No podría haber compartido las cosas que me dijo porque sus enseñanzas son tan íntimas y secretas que sólo pueden confiarse de corazón a corazón... Sin embargo ayer, una gran amiga me tradujo: me hizo el favor de enviarme un mail en el que, sin pedirlo yo, sin apenas pensarlo, sin creerlo, se encontraba resumida la totalidad de su mensaje.

Cuando menos lo espero, en las noches o en los días, el Guía de Lemuria se pone a mi costado derecho y susurra unas palabras en mi oído...

E indefectiblemente, quiera o no quiera yo, me obliga a despertar.

¡Gracias, Marta!
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"Los niños nacen con un enorme amor hacia sí mismos. Es la sociedad la que destruye ese amor, es la religión la que destruye ese amor, porque si el niño se sigue amando a sí mismo, entonces, ¿quién amará a Jesucristo? ¿Quién amará al presidente? ¿Quién amará a sus padres? El amor de un niño hacia sí mismo ha de ser desviado. Hay que condicionarle de manera que su amor se dirija siempre hacia un objeto externo. Esto hace al hombre muy pobre, porque cuando quieres a alguien externo a ti -ya sea Dios, el Papa, tu padre, tu esposa, tu marido, tus hijos, cualquiera que sea el objeto de tu amor, te vuelve dependiente de ese objeto. A tus propios ojos te conviertes en algo secundario, te conviertes en un mendigo.

Al nacer eras un emperador totalmente satisfecho contigo mismo. Pero tu padre quiere que le quieras, tu madre quiere que la quieras. Todos a tu alrededor se quieren convertir en objeto de tu amor. A nadie le preocupa que si un hombre no puede amarse a sí mismo tampoco será capaz de amar a nadie. De modo que se crea una sociedad enloquecida, donde todo el mundo intenta querer a alguien, sin tener nada que dar. Y la otra persona tampoco tiene nada que dar.


A un niño debidamente educado se le debe permitir crecer en amor hacia sí mismo, de forma que esté tan lleno de amor que compartirlo se convierta en una necesidad. Está tan repleto de amor que quiere compartirlo con alguien. Entonces, el amor nunca te hará depender de nadie. Tú eres el que da, y el que da nunca es un mendigo. Y el otro también da. Y cuando se encuentran dos emperadores, dueños de sus propios corazones, se produce una inmensa alegría. Nadie depende de nadie; todo el mundo es independiente e individual, centrado en sí mismo, arraigado en sí mismo. Sus raíces van hasta el fondo de su propio ser, de donde brota el néctar llamado amor hacia la superficie y florece con miles de rosas.

Cuando aprendas a amarte a ti mismo desaparecerán los sacerdotes, los políticos se quedarán sin seguidores; todos los intereses creados de la sociedad irán a la bancarrota.Se aprovechan de ti de una forma psicológica muy sutil y por eso prosperan.

Pero aprender a amarse no es difícil, es natural. Si has conseguido hacer algo antinatural, como aprender a querer a los demás sin quererte a ti mismo, entonces lo otro es sencillo. Has hecho casi lo imposible. Sólo se trata de una cuestión de comprensión, una comprensión muy simple, que es:

«Debo amarme a mí mismo; de lo contrario, me perderé el sentido de la vida. No creceré, sino que envejeceré. No tendré individualidad. No seré auténticamente humano, digno, íntegro».

Por otra parte, si no te amas a ti mismo no puedes amar a nadie más en el mundo. Muchos de los problemas psicológicos aparecen porque has sido alejado de ti mismo. Eres «indigno», no eres lo que deberías ser; debes rectificar tus actos. Te tienes que amoldar a una personalidad determinada.

El amor hacia ti mismo es una necesidad básica para tu crecimiento.

Todo el mundo está lleno de odio hacia sí mismo. Y si te odias, ¿cómo crees que vas a encontrar a alguien que te quiera? Ni si quiera estás listo para quererte a ti mismo; es imposible que te quiera nadie. Has aceptado la idea de que no vales nada a menos que observes ciertas reglas, dogmas religiosos o ideas políticas.

Al nacer no eras cristiano ni católico; no naciste comunista. Cada niño viene al mundo como una tabula rasa, totalmente en blanco. No hay nada escrito -ni la Biblia, ni el Corán, ni el Gita ni el Capital-, no, no hay nada escrito. No trae consigo un libro sagrado, viene con la inocencia más absoluta. Pero su inocencia se convierte en el mayor problema porque está rodeado de lobos disfrazados de políticos, de sacerdotes, de padres, de profesores. Todos se abalanzan sobre tu inocencia. Empezarán a escribir cosas sobre ti y más tarde creerás que son tu legado. Han destrozado tu legado. Ahora ya pueden esclavizarte, convertirte en lo que ellos quieran.

Quiero que te ames completamente. Quiérete, sé tú mismo. No dejes que te distraiga ninguna persona, ya sea religiosa, política, social o educativa. Tu responsabilidad primera no es hacia la religión, ni hacia la nación, es hacia ti mismo. Y fíjate: si todo el mundo se ama y se cuida, su inteligencia llegará a la cima, su amor le desbordará. Para mí, la filosofía del amor propio le hará realmente altruista porque tendrá tanto para compartir y para dar que dar será para él una alegría, compartir será una celebración, El altruismo sólo puede ser un derivado del amor hacia ti mismo.

Como no te quieres, te sientes débil, porque el amor es tu alimento, es tu fuerza. Naturalmente, ¿cómo puedes sentirte responsable? Sigues cargándole a otro con tu responsabilidad. Dios, el destino, o Adán y Eva son los responsables. La responsable es la serpiente, porque sedujo a Eva para que desobedeciera a Dios. ¿Te das cuenta de la idiotez de cargarle toda la responsabilidad a alguien? De esta forma, podemos seguir delegando nuestra responsabilidad sin comprender que no llegaremos a ser verdaderos individuos hasta que no nos hagamos responsables de nosotros mismos. Eludir la responsabilidad es destructivo para tu individualidad. Pero sólo puedes aceptarla si tienes un tremendo amor hacia ti mismo.

Acepto mi responsabilidad y me alegro de hacerlo. Nunca le he cargado mi responsabilidad a nadie porque eso es perder la libertad, es esclavizarse, es estar a merced de los demás. Sea yo quien sea, soy única y absolutamente responsable. Eso me confiere mucha fuerza. Me da raíces, me centra. Pero el origen de mi responsabilidad es que me amo completa y profundamente".







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