"Aquí pasaba a pie por estas calles
sin empleo ni puesto y sin un peso.
Sólo poetas, putas y picados
conocieron sus versos.
Nunca estuvo en el extranjero.
Estuvo preso.
Ahora está muerto.
No tiene ningún monumento...
Pero
recordadle cuando tengáis puentes de concreto,
grandes turbinas, tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.
Porque él purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo,
en el que un día se escribirán los tratados de comercio,
la Constitución, las cartas de amor,
y los decretos".
"Epitafio para Joaquín Pasos", por Ernesto Cardenal.
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"Podría escribir folio tras folio tras folio sobre la noticia que acabo de recibir desde Calcuta. Podría escribir que este mundo es una mierda de medalla de oro de campeonato intergaláctico. Podría decir que al menos ha dejado de sufrir como un perro, de vivir como un perro y de arrastrarse como un perro, y que su familia no tendrá que seguir cuidándolo y llorándolo en medio de las cloacas y la inmundicia del barrio de chabolas de Tollygunge. Sí, en ese país, la India, desgarrado por el clasismo y el racismo, que tiene de espiritual lo que yo tengo de modelo de Playboy.
Os podría invitar a conocer de cerca la historia de Nepal Sarnakar, con quien nos encontramos hace 3 años. Y también podría recordar otra vida despreciada, ignorada, mermada, a la que se llevó por delante la pobreza, no muy lejos de allí, en el barrio de Kalighat: la de Dipti Porchás. Entre tantas otras, decenas, centenares, que llevo 18 años contando sin saber bien aún para qué ni por qué.
Podría reflexionar sobre las razones que hacen que diez millones de niños mueran cada año por enfermedades fácilmente evitables. Podría rescatar y compilar más datos sobre la guerra que cada día luchan contra la exclusión esos mil millones de personas que están atrapadas en los barrios de chabolas del mundo. Podría cagarme en todos los corruptos, hijos de puta, mediocres y papanatas que detentan el poder. Podría quejarme de ver cómo tantas veces nos extraviamos en discusiones nimias, sin sentido, infantiles y egoístas hasta el paroxismo de la estupidez congénita.
Pero lo mejor es que controle esta riada de emociones, reflexiones baratas y demás subproductos y que dé las gracias a mi buen amigo David Earp, que tras conocer la historia de Nepal decidió llevarlo al hospital y cuidarlo.
Vislumbro que habrá hecho que estos tres últimos años de vida del joven fueran un poco mejores. Y que me despida de Nepal con el respeto que merece".
Hernán Zin, "Viaje a la guerra", de Los blogs de 20minutos.es
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