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jueves, 3 de julio de 2014

Larimar: mirando hacia dentro

Estaba esta mañana, antes de ponerme a la tarea, leyendo un artículo de una compañera de fatigas en Facebook (la comunidad Facebook de Trece Lunas), acerca de la necesidad de mirar hacia dentro de vez en cuando (ella lo enfocaba desde el punto de vista de la energía femenina, pero nos pasa a todos). En #DPOP14 nos insistieron mucho, y a menudo, sobre el hecho de permanecer en la tristeza el tiempo que fuera necesario para fortalecerse uno mismo. Y sin embargo, es el estado o emoción del que la gente con más rapidez quiere despojarse. Parece que, efectivamente, tiene muy mala prensa la tristeza, y que nadie quiere detenerse en ella. Es como si tuvieras que salir de ahí a toda velocidad porque resulta políticamente incorrecto estar triste.

En #Civesm nos lo explicaron muy, muy bien: la tristeza es una emoción que suele seguir a la ira. ¡Doy fe! Es un estado que se manifiesta a consecuencia de algún tipo de pérdida de un vínculo... Por supuesto, y dentro de esta acepción, incluye el sentimiento de ser dejado de lado, o la sensación de "no pertenecer". Puede darse también porque uno no sabe lo que le pasa, o porque no es capaz de comunicar sus verdaderos sentimientos al otro, o porque hemos perdido a algún ser querido. La tristeza ejerce su dominio cuando tenemos sueños, esperanzas e ilusiones rotas, o a consecuencia de algún tipo de fracaso, o porque perdemos nuestra autoestima.

¿Cómo actuamos ante la tristeza? Fundamentalmente, existen dos formas humanas de hacerlo: o bien nos acercamos a algún prójimo en busca de consuelo y/o auxilio, o bien nos retraemos en nuestro mundo para hacernos cargo de nuestra pérdida. De una forma o de otra, afrontar el dolor es lo que hay que hacer, así que ahora os cuento una reflexión personal con respecto a esto, asociada a la recomendación de una piedra muy apropiada para estos casos: el Larimar.

El coaching se enseña que la corporalidad de la tristeza es muy evidente: hombros echados hacia delante, párpados entrecerrados, cabeza baja, pesadez de movimientos, piernas juntas... La persona evidencia cierto cansancio, apatía, a veces pérdida de apetito, pesimismo y exceso o falta de sueño. Insisto: no es malo permanecer durante el tiempo necesario en esta especie de "recogimiento" (cuando la cosa se cronifica eso ya es depresión, que es muchísimo más peligrosa), porque la tristeza nos avisa de la necesidad de volver al interior (al alma) para amarnos a nosotros mismos y recuperar la sensación de plenitud propia tras una pérdida.

Analizando y analizándome, llegué el otro día a la conclusión de que lo que estoy necesitando en estos momentos es un buen Larimar cerca del corazón.

El larimar es una piedra preciosa y mística, del color del agua del mar caribeño, infinitamente suave, consoladora y delicada... También conocida con el nombre de Pectolita Azul, es ideal para trabajar temas relacionados con las profundidades del espíritu por su relación con la actividad volcánica (Plutón) de la que procede. En este caso particular, ya que estamos hablando de tristeza, recomiendo situarla en forma de colgante, sobre el corazón. Otorga calma y equilibrio en medio del recogimiento que conlleva la pérdida, y sana los traumas que nos afectan.

Ante un duelo, ante algún tipo de tristeza o de pérdida, el larimar actúa estimulando, devolviéndote tu creatividad perdida. También otorga fortaleza (esto es muy curioso, porque nadie diría, viéndola, que se trata de una piedra especialmente fuerte). Y sobre todo, es especialmente necesaria ante las conductas de autosabotaje, porque te lleva a franquear tus propios límites. El larimar restaura la feminidad innata de las mujeres desde el emponderamiento, pero también es muy buena para los hombres (rescata, sana y pone en marcha su lado femenino).

¿Qué tipo de problemas te puede provocar la pérdida, y su correspondiente estado de ánimo, la tristeza? Pues puede apartarte de tu camino, evitando que cojas las riendas de tu vida desde tu propia esencia (cuando das mucho o das más a los demás de lo que debieras, y los demás no te restauran, reconocen o agradecen esa energía); también puede alterarte y ponerte "rabiosa", porque en el fondo las pérdidas de energía, al basarse en una injusticia inmanifestada muchas veces, te hacen caer en la ira; por supuesto, puede desequilibrarte y hacerte perder tu armonía (estás reclamando algo que no se te concede); y finalmente, puede tirar por tierra tu parte femenina intuitiva y creativa, que es muy vulnerable al rechazo hacia su propio reconocimiento y aceptación por parte de la parte masculina.

¿Alguna habéis experimentado alguna vez estos síntomas? ¡Apuesto a que sí!

 El larimar no sólo calma, consuela y sostiene: el larimar sana. Cura estas heridas del corazón que nos llevan, indefectiblemente, a la tristeza. Te permite "pasar" de los que de ti pasan, y te facilita el reconectarte con el inmenso amor que te debes a ti mismo.

... Conclusión: me resulta muy, muy evidente que en estos días en los que Mercurio todavía está estacionario, se hace preciso tomar la escoba y, con muchas ganas y dedicación, ponerse una a barrer el templo interior hasta que no quede ni un átomo de basura (cosas de mi Ascendente en Virgo, que me digo yo).

Pues en ello estamos.

¡Un besote!


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