Esta noche pasada, queridos y queridas míos, he llevado a cabo la meditación lunar que corresponde a la noche del eclipse de sol del día 1.., y que tendrá su "resultado" en la próxima luna llena (también con eclipse, esta vez lunar) del 15 de mayo de 2011... Ha sido una meditación rarita y sorprendente, que paso a relataros a continuación.
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"Me acerco a un grupo de gente que está acampada en mitad de ningún sitio, en la oscuridad. Me guío hacia ellos tanto por los sonidos de risas, cánticos y bailes, como por la luz del fuego: una gran antorcha que brilla en mitad de la reunión. Al acercarme, me doy cuenta de que son un grupo de gitanos de todas las edades, que parecen estar celebrando una gran fiesta en mitad de la noche, bajo las estrellas.
Entro en el círculo y oteo el panorama... Unos beben, otros bailan, otros comen y ríen. Hay un gitano muy alto, inmenso, que va vestido de oscuro y que se pasea de un lado para otro enseñando a los demás lo que parece ser una gran colección de aves de rapiña (halcones, búhos, buitres, etc)... Otra mujer, con un pañuelo en la cabeza, con el pelo blanco pero de edad indefinida, entretiene a los demás leyéndoles la palma de la mano. Sé que voy con algunos compañeros, gente de confianza que me acompaña en este periodo de mi vida, pero no consigo ver sus caras. Son sólo leve impresiones de que no viajo sola en esta meditación, y además ellos parecen guardarme, como si fueran mis guías, pero en todo momento adoptan en la escena un segundo plano.
Hay una gran cantidad de niños que juegan alegremente en torno a la hoguera. Cuando miro al otro lado, veo a dos personajes que parecen destacar entre la multitud, y me alucino porque los conozco. Uno es un negro enorme, muy alto, con los dientes de un blanco inmaculado, que me mira y se sonríe francamente... Es Mohammed, el compañero de una amiga del signo de acuario que conozco bien. Se levanta: me parece que va vestido como un príncipe, pero no de los gitanos, sino más bien un príncipe africano de alguna tribu que desconozco. Siempre sonriéndome, me alarga una estatuilla de inspiración africana, hecha con madera oscura, que representa a una madre y a su hijo en brazos. Yo la tomo, agradecida, porque me la está regalando, y también le sonrío.
Entonces me fijo mejor y veo a su compañera, Johanna, que me mira con sus ojos grises y brillantes desde el otro lado de la hoguera. Parece que esos ojos están iluminados por algún tipo de chispa eléctrica especial, a la luz que da el fuego. Se levanta, camina hacia mí, y yo me fijo en la falda preciosa de colores que lleva, con muchos abalorios de oro y de plata, un pañuelo en la cabeza, y algunos collares antiguos y que parecen muy pesados, pero que se mueven grácilmente al compás de sus caderas. También lleva los dedos de las manos y de los pies llenos de anillos.
Me sonríe, pienso que parece una bruja pagana; tengo algo de miedo, o más bien, aprensión, porque nunca la había observado desde esta dimensión "espiritual". Ella se ríe abiertamente, y me dice que no tema nada, que los gitanos me protegen aunque yo piense lo contrario; hace un gesto, y todos los adultos del grupo sacan una serie de armas blancas, cuchillos, navajas, cadenas, etc.., y ella me indica que allí, en esa reunión, las armas sólo se utilizan para cortar la carne, y en todo caso, para poner en fuga a los malechores, así que no me preocupe.
Entonces me aconseja que reflexione sobre el significado último de los gitanos, y por qué ellos me protegen, y que no tenga miedo a su agresividad ni a nada que provenga de ellos. Me recuerda un regalo que me hizo, que es una pequeña pulsera de aventurina verde, y que me acuerde de que fue su madre, que tiene "muchos más poderes que ella", la que le aconsejó llevarme ese presente, porque sabía que me iba a servir de mucho. Me dice que tenga en cuenta también las propiedades de la aventurina verde, y que si puedo, no me quite esa pulsera y la lleve siempre conmigo, porque me dará muy buena suerte.
Yo le digo que está bien, que lo haré tal y como me dice, pero que no me puedo quedar allí, a vivir con ellos. Ella dice que lo comprende, que no tengo por qué convertirme en un personaje bohemio como ella, pero que recuerde que siempre, siempre, contaré con la protección de los gitanos. Me dice que no tema a las líneas de la palma de mi mano, que brille con luz propia como esa hoguera, y que también tenga en cuenta lo que me dijo Saturno el otro día, en un sueño que tuve. Que deje de lado todos mis miedos y aprensiones, y que lleve la pulsera de aventurina, porque realmente no necesito nada más.
Ella coje un poco de ceniza del suelo, donde está la hoguera, la pone sobre mi frente, y me bendice con la señal de la cruz. Me quedo un rato observando la fiesta gitana hasta que recuerdo que mi meditación esta vez se da en la Casa 9, y que tengo mucho trabajo aún por hacer. ¡Y aquí acaba el cuento y la visualización creativa!".
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