Soñé que estaba vestida con un traje precioso, largo, blanco, con una cola inmensa tras de mí, como una novia... Caminaba entre dunas, por un desierto interminable, como el del Sáhara...
A lo lejos vi un árbol inmenso, gigantesco. Como el árbol de la tribu de la película "Avatar", algo así. Sus ramas llegaban hasta el cielo, y de ellas colgaban como una especie de frutos muy grandes. Eran como fresas.., pero del tamaño de melones.
Alcancé el árbol, y me senté en sus raíces. A mis pies pastaban, libres, una manada de pavos reales blancos y verdes.
Miré a mi alrededor, y vi como más lejos multitud de personas gritaban, se sacudían, sollozaban, se peleaban entre ellos. Eran perseguidos desierto a través por grupos de hombres a caballo, que parecían árabes. También había unos gusanos gigantes, tipo Dune, que surgían de la arena y devoraban a cada una de las almas que atrapaban.
Me di cuenta de que estas personas querían entrar en el reducto de mi árbol, pero les resultaba imposible: es como si un cristal invisible se lo impidiera. En ese preciso momento, me di cuenta de que llevaba un bebé en brazos, un niño, envuelto en una toalla.
... Miré al cielo, y vi como una nuez gigante, marrón oscura, que descendía del cielo. Era un ovni, del cual salió una especie de pasarela luminosa. Cogí al niño y empecé a trepar por ella, esperando ver a los marcianos, a los extraterrestres.., para encontrarme que en la puerta del artefacto había un grupo de monjes budistas, vestidos de rojo y naranja, que me acogieron.
Ellos me dijeron que no tuviera miedo: que allí, con ellos, íbamos a estar, el niño y yo, a salvo.
Ellos me dijeron que si no dejábamos de atacar a la gente de Haití, entonces sería cuando se desbocara la Tercera Guerra Mundial.
Curioso, ¿no?
¡Besotes!
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