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miércoles, 20 de mayo de 2015

La sombra de la libélula: reflexiones astrológicas de una iaidoka

"Quand la nuit tombe et que le vrombissement des moustiques nous enveloppe, où nos soldats camperont-ils?"

"L'écho de la cascade"
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Hace varios meses que tengo "in mente" hacerme un tatuaje con una libélula y alguna frasecita en japonés; algo ligero y muy íntimo, pero todavía no me he decidido. Supongo que la "fase" en la que estoy metida desde hace ya mucho tiempo (sí: la fase ésa en la que da la impresión, vista desde fuera, en que servidora es un poco idiota, porque no hace más que recibir golpes considerables, uno detrás de otro, y en la que sin tener tiempo para recuperarme del anterior, ya me veo en tierra por el siguiente) aún no ha concluido.

... Es el mismo proceso que me impide tomar la iniciativa ni tan siquiera en cuanto a cosas que, en otro tiempo, me hubieran resultado no sencillas, sino irrisorias.., como el hecho de meterme en Tozando comprarme un sable... ¡No consigo decidirme!

Que tomar la maestría de Gendai Reiki no iba a ser fácil, ya lo sabía. Que iba a escocer más que un tatuaje en el alma, también lo sabía. Que no lo escribo para quejarme, ténganlo ustedes por seguro: no soy de las personas que se achantan, que se echan atrás una vez que han tomado la decisión de ir "pa´lante". De ahí el tatuaje de la libélula: un animalito que, por su especial morfología, es incapaz de retroceder.

Todo este asunto en el que estoy metida desde hace muuuucho tiempo hasta la ingle (y nunca mejor dicho) tiene que ver con Japón, of course; tiene que ver con mi ego, tiene que ver con mi evolución personal; tiene que ver con un tránsito durísimo, largo como un día sin pan, de mi estimado amigo Saturno (es un decir); tiene que ver con la práctica del iaido; y tiene que ver con mi padre, y tiene que ver con el hijo, y no tiene que ver con el Espíritu Santo, porque a Dios ya le parecía que se estaba pasando conmigo, supongo XD

Saturno no es un tipo que te ponga las cosas fáciles: para nada. Es el maestro de maestros: un planeta que, con perdón, te da un hostión sin preguntar, y luego te pasa por encima como una apisonadora, por si acaso queda aún latiendo algo de ti. A mi no me había tocado de esta manera jamás: durante 4 largos años, se ha dedicado a desmoronar sistemáticamente toda la conciencia de mi ego. No soy una damisela de espíritu frágil: soy más bien una tía dura, hecha a los golpes del destino, y que enseña los dientes cuando se le ataca. Pero aún así, yo no había experimentado nunca un desafío tan largo, tan cansado, tan jodido, tan cruel y tan desesperante como éste.

El planeta Saturno realmente se toma su tiempo para hacerte ver y asumir que todo lo que tú has creído alguna vez sobre tu fortaleza, sobre tu templanza, sobre tu ética, sobre tus límites, sobre tu capacidad para aguantar el dolor, las privaciones, los golpes y las adversidades de la vida, no es más que un mero reflejo que no existe. Que no hay nada ahí, vaya: que el primer golpe de viento, si viene en la dirección y con la intensidad adecuada, puede derribarte. Y como no te enteres a la primera, no hay cuidado: te lo repite una segunda, una tercera, una quinta vez.., o una doscientas, las que haga falta. No tiene prisa, ni quien se la ponga: él va a lo suyo, con un objetivo perfectamente marcado, indestructible, infalible, en su cabeza coronada de anillos de piedra. Todo lo que Saturno toca, se ve sacudido por un dolor que no es la punzada aguda e inclemente de Plutón, a la que estoy ya tan acostumbrada; la mordida del planeta enano no tiene nada, pero nada que ver con este desangrarse lento, que machaca literalmente la autoestima y que podría con un elefante en plena carrera, si decidiera "saturnizarlo".

Un tipo cruel, este Saturno... Porque no tiene sentimientos: es frío como el hielo; no se permite el lujo de sentir, y a ti tampoco te lo permite. 

La libélula parece navegar ahora mismo en medio de un viento terrible, como si fuera una frágil barquilla a la deriva... Tan sólo atisba a ver algunos pobres retazos de su sombra allí abajo, medio chamuscada como está por este sol aciago e inclemente que es capaz de convertir en árido desierto el vergel más hermoso. Aquí no hay oasis cerca, donde la libélula pueda repostar; no hay lirios de agua ni lagunas frescas donde extender las frágiles y vibrantes alas. Esto, señoras y señores, parece la Maratón Internacional de los Andes sin apoyo logístico y en solitario.

"¿Qué demonios estoy haciendo aquí?", me pregunto día sí y día también, cuando me doy cuenta de que el boomerang de un látigo invisible ha vuelto a hacer de las suyas en mis costillas.

... Soy muchas cosas y puedo convertirme en muchas otras, queridos lectores: pero en este asunto, créanme, soy absolutamente una libélula. No por samurai, ni por valiente, ni por intrépida, ni por decidida, ni por rápida: no, que de todo eso ahora mismo casi absolutamente he sido despojada. Únicamente ahora, vamos a dejarlo bien claro, soy libélula por cabezota: porque cada vez que recibo una bofetada que me manda lejos 10 metros, vuelvo a recuperar los 10 metros perdidos en cuanto me es posible.., y avanzo de propina dos más, con el fin de no quedarme a vivir aquí eternamente.

... Y porque, aunque parezca lo contrario, va a ser que no: que no pienso quedarme a vivir aquí eternamente.

Una libélula nunca retrocede.

Miren: confieso que me gustaría ser más lista, más astuta y más rápida para aprender antes la lección, Quiero dejar ya de someterme a este castigo infernal que me tiene un poquito harta. Pero aún no lo logro: no he alcanzado el punto de maestría que busco, y en el que me libero definitivamente de este maldito viento inclemente que sigue intentando golpear con saña para hacer trizas mis alas transparentes. Esto es como la película aquella de mi adolescencia, "Dentro del Laberinto": aquí hay una mano que mece la cuna.., una mano que arteramente, engañosamente, cambia constantemente las reglas del juego, de tal manera que nunca puedas salir del laberinto. ¡Es muy evidente, y hasta el más tonto podría verlo!

Quiero purgar mi propia Sombra... Quiero despojarme de todo, hasta quedarme solamente con la esencia. Quiero mostrarle a Saturno un cuerpo, una mente y un espíritu tan, tan, tan transparente, tan ligero y tan libre, que no tenga más remedio que mirar para ver su sombra a través de mi. Quiero volverme tan diáfana que ni siquiera la luz se de cuenta de que me está atravesando.

... En el lugar donde habitan los sentimientos, ése es mi jardín amado. Donde el corazón te lleva en volandas, como entre los brazos de una brisa refrescante. Allí donde las fuentes cantan, donde las flores se mecen con un cimbreo angelical. Donde las aves comparten con sus oyentes todo un repertorio de sonidos y claves magníficas. El lugar donde se abre el corazón, donde eres uno y eres todo a la vez. El sitio donde el amor vive y fructifica entre estanques colmados a rebosar de lotos acuáticos, con su piel rosada y su precioso y dorado centro.

Yo pertenezco al agua y al viento. ¡Pertenezco al sol!

... Y es curioso, pero ahora mismo me estoy acordando de dos textos que aparentemente no tienen mucha relación el uno con el otro. El primero puede encontrarse en "El Eco de la Cascada", la recopilación de los 125 poemas del emperador Meiji que Mikao Usui, el fundador del sistema Reiki, recopiló una vez, y que tengo aquí al lado, sobre la mesa de trabajo:

"Hasta las palabras más sencillas/pueden contener la esencia de nuestros principios".

... Y es cierto.., porque si cambiamos nuestra palabra.., si nuestra palabra varía.., si es así... Entonces, ¿qué nos queda?

El otro texto pertenece a "Iaido: el arte de cortar el ego", de Michel Coquet, y hablándonos sobre los tres elementos sagrados del shintoísmo, dice así:

"La espada sagrada representa el rayo, el fuego del cielo. Este principio en el hombre es la voluntad, que debe utilizar para vencer todos los obstáculos (...) El espejo divino representa el sol, y su divinidad, claro está, es Amaterasu no kami. En el hombre este principio corresponde al amor, sin el cual la voluntad por si misma nada podría. La voluntad rompe con las formas antiguas y superadas, el amor crea nuevas formas. La joya, a su vez, representa a la luna, y su divinidad es Marishiten, a la que muchos esgrimistas hacen gran devoción. El principio de Marishi ten en el ser humano es la inteligencia. La guía del hombre en su sendero. Por medio de estos tres principios superiores, voluntad, amor e inteligencia, se puede realizar a Dios y conquistar el Ser.”

Traduciendo: voluntad, amor e inteligencia. Nada puede crearse ni permanecer.., nada puede pervivir si suprimimos alguna de estos tres principios.

Servidora es tan sólo una libélula que busca y que planea y que se desespera, porque desde aquí arriba se puede ver perfectamente todo el panorama, a saber: en un bando observo mucha, muchísima voluntad; en otro bando observo mucha, muchísima inteligencia.

Pero diantre, por los clavos de Cristo, como diría quizá Pérez-Reverte.., ¿dónde carajo, dónde se esconde, dónde ha sepultado toda esta gente el Espejo Místico.., el sagrado espejo de Amaterasu No Kami que simboliza al AMOR?

... Ni siquiera se tiene en cuenta al Kamidana...

Claro. Ahora empiezo a comprenderlo todo bastante bien. Como resulta que yo sí que acepto y respeto mi Voluntad tanto como mi Amor y mi Inteligencia, tan sólo era cuestión de tiempo.


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