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viernes, 6 de marzo de 2015

Lady Chavakiah: la indeseable funcionaria bocazas del Ministerio del Tiempo





















Pues sí, tengo que reconocerlo: mi madre odia mis dos profesiones. Ya no le gustaba ni medio pelo lo de convertirme en periodista ("esos pobres que van por ahí persiguiendo a la gente.., que son los que siempre se llevan los palos", decía). Bueno: pues ahora la de coach le gusta mucho menos ("hija, qué ganas tienes de que todo el mundo te cuente sus miserias, de verdad"). Y eso que no sabe que con la de coach me llevo muchísimos más palos, y más duros, que cuando era periodista. Si llega a enterarse, yo creo que me deshereda, por imbécil.

No es que diga yo que mi madre no tenga razón (la tiene: y mucha)... Desde luego, esto no es fácil, sobre todo si quieres tomarte las cosas en serio. Mi madre es de la opinión de que siempre he sido una bocazas. "Hija, hablas demasiado... Te atreves a decirle a la gente cosas que no quiere oír, y claro, eso trae multitud de problemas". La sabiduría y el amor de una madre, sabido es que son realidades absolutamente indiscutibles, y yo no puedo más que quitarme el sombrero ante la capacidad predictiva, anticipatoria y lógica de la señora Alonso.

Luego vinieron las enseñanzas de Rosa Natalia Poveda, mi profesora de astrología kármica, y la primera persona con la que yo me adentré en el prodigioso mundo de las regresiones... Nunca le estaré lo bastante agradecida no sólo por su sabiduría, sino porque, como buena estudiosa de la Cábala, nos ayudó a sus alumnos por medio del conocimiento de ciertos arquetipos angélicos a adentrarnos un poco en nuestro oscuro, desconocido y siempre apasionante Sendero de Vida (no va por la fecha de nacimiento, no os canséis en buscarlo). A mi me asoció sin dudar con el ángel Chavakiah, que al parecer es el ángel "bocazas" del Paraíso: el vocero, el pregonero, el que siempre está metiendo bulla y comunicando las buenas o malas noticias al personal. ¡Y vaya, que si dio en el clavo! Me quedé un poco más tranquila comprendiendo que una gran parte de mis cuitas se deben precisamente al desempeño de mi misión.., pero qué quieren que les diga, una es humana y a veces se desespera, o se hunde, o las dos cosas juntas.

Más tarde, según fui avanzando en la vida por este sendero empinado, estrecho, peligroso y maravilloso, me fui dando perfecta cuenta de que, si me lo tomaba en serio pero no controlaba la situación, podía resultar harto perjudicada. Muchas de mis posiciones zodiacales tienen que ver con el signo del León (y de ahí la foto de hoy, un felino dando berridos).., y sobre todo, tengo a Mercurio en Leo... ¡Así que imagínense el panorama: pónganse en mi lugar y piensen en un león al que cualquiera de ustedes mandara callar! Cosa imposible a la par que inconcebible, vamos.

Pero el asunto no es éste. El asunto es que aprendí a no mezclar las churras con las merinas, a desligar la profesión o la tarea por la que cobro de mi vida privada... Porque, hay que reconocerlo, lo fácil es darle a la peña vaselina: untarles suavemente el alma de mantequilla y, como si de un tostada se tratase, comértelos con patatas para luego cobrar tus honorarios y ya está. ¡Con eso casi ninguno me pone problemas, ni se queja! Y yo puedo ser un ser de verbo muy convincente y sumamente sugestivo si me lo propongo, créanme: de hecho, y para no faltar a la verdad, sé que soy perfectamente capaz de contar una mentira con todo lujo de detalles y no sólo hacerla creíble, sino además, quedarme después tan pancha (con lo que puede llegar a ser muy difícil descubrirme).

¿Pero ven? Efectivamente, soy una bocazas, y esas cosas pertenecen al terreno de mi Sombra.

Oh, pero claro, es que olvidé cuál es mi verdadera tarea en este mundo: sacar fuera de la Sombra todo lo que subyace ahí, para que se vea a plena Luz, y la gente que me pide ayuda lo pueda utilizar. ¡Y como pueden ustedes comprobar, empiezo predicando con el ejemplo! No tengo en absoluto miedo a mi propia Sombra: es más, abiertamente la reconozco, incluso en público. ¿Y por qué? ¡Porque la única forma de controlar la Sombra, es no reprimirla!

Sin embargo, a veces caigo: de nuevo, como siempre, porque ya lo he dicho mil y una veces, soy humana y también tengo mi debilidad.

Cuando uno trabaja con la Sombra y con temas relativos al karma y a las teóricas vidas pasadas, se convierte prácticamente en un funcionario de la mini serie ésa tan divertida, de factura española, y que desde aquí y desde ya os recomiendo: "El Ministerio del Tiempo". Yo no había oído hablar de ella, hasta que mi chico me puso el primer episodio el otro día, y está genial. A grandes rasgos (es una serie muy fandom, que levanta pasiones), se trata de las peripecias de unos tipos que son reclutados en distintas épocas de la Historia española para viajar a través de unas puertas que permiten el acceso a uno u otro tiempo. Los protas, mejores no pueden ser: el "regio" (para mi que también es Leo) Adolfo Sancho, muy reconocido por su excelente interpretación del rey Fernando en "Isabel"; en la parte femenina, y dando el contrapunto necesario, la bella y exquisita Aura Garrido (con ese nombre, es normal), encarnando a una fascinante joven decimonónica muy inteligente y avanzada para su época; y para cerrar el magnífico triángulo, como si de Harry Potter se tratara, el super creíble en su papel Nacho Fresneda, dando vida a un veterano capitán de los Tercios de Flandes que hace empalidecer al solitario Alatriste.

En fin, que me voy por las ramas: resulta que nuestros tres protagonistas actúan de "funcionarios" al servicio de una entidad ficticia que se autodenomina "Ministerio del Tiempo", y que controla el acceso a esas puertas espacio-temporales, para evitar que ningún indeseable pueda llevar a cabo cambios inoperables y drásticos en el curso de la Historia. Lógicamente, a éstos les pasa de todo, y la serie da pábulo a multitud de escenas y escenarios de lo más bizarro y variopinto: de verdad, tenéis que verla, ya os lo he dicho; sé que os va a encantar.

Lo que yo quiero decir con este explayado inciso es que, en algunas ocasiones, me siento talmente como una funcionaria indeseable.., como una bocazas sentenciosa que se mete en las vidas de los demás, como una Lady Chavakiah del tres al cuarto que ejerciera funciones en ese fantástico Ministerio del Tiempo. Parece que cuando más quiero ayudar, que cuando más quiero comprometerme, que cuando más implicada estoy en algún asunto, más meto la pata. Y la peña se me revuelve como mi gato Azabache, que se las trae y es muy suyo (como para que le digan lo que tiene que hacer, vamos).

Yo de gatos sé mucho; de forma instintiva, claro, porque gato y bien gato soy (más tirando a gata, pero en fin)... Y cualquiera que sepa de gatos sabe que los felinos odiamos meternos donde no nos importa, o donde no se nos llama. Es posible, sin embargo y en mi caso particular, que esté atravesando una especie de racha ejemplarizante, de toma de conciencia profunda a nivel moral (eso espero), para que me dé cuenta de que, tal y como efectivamente ya sé, todos somos libres y, por mucho que quieras o aprecies o estimes a alguien, no puedes hacer nada más que retirarte si es el caso, aunque tú tengas muy claro (maldito don) que se va a abrasar en la parrilla como San Lorenzo, o que se va a tirar por el puente de Minneapolis como John Berryman, el afamado autor maldito que falleció el año que yo nací y que, según todos los que le conocían, tenía un carácter imposible, perverso, alcohólico y manipulador (también os recomiendo su lectura, por cierto: es muy bueno).

Y dicho esto, como ya se me han agotado las palabras (parece mentira, ¿no creen?), me voy a estar una temporada calladita.., a ver si así me dejan de acusar de voceras y yo, de paso, descanso de ejercer de coach gratuito.


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