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viernes, 8 de marzo de 2013

8 de marzo: mujeres que trabajan en sí mismas
























... Hoy, en contra de lo que es habitual en mi, voy a escribir una entrada a este ya maduro blog exclusivamente pensada para mis amigas, clientas, compañeras, familiares, conocidas y otras tantas mujeres extraordinarias que han poblado y pueblan mi vida en estos momentos...

Porque hoy, sí, como casi todo el mundo sabe ya, se conmemora el Día de la Mujer Trabajadora. Lo de "trabajadora" no es que me haga mucha gracia por la distinción (que yo sepa, la mujer ha trabajado siempre desde los albores de la Historia, le pese al manipulador de turno que le pese).., pero bueno, voy a tratar de centrarme en este lugar común para que podamos entendernos, que luego me voy por las ramas.

Servidora, que ahora mismo está muy contenta y feliz trabajando por su cuenta (y que dentro de unos minutos, va a prepararse para dar la iniciación de maestría a dos personas en Reiki) sabe muy, pero que muy bien, lo que es agachar la cabeza bajo el yugo de la servidumbre.

Pero lo de mis anteriores trabajos no viene al caso y, sin más, lo voy a dejar aparte, porque simplemente considero que es más de lo mismo. ¿Y qué es lo mismo? Pues lo mismo es que un mundo que no respeta a las mujeres es un mundo que no se respeta a sí mismo. ¿Sabías que hasta el 70% de las mujeres en todo el planeta aseguran haber sufrido una experiencia física o sexual violenta en algún momento de su vida? ¿Sabías que más de 60 millones de niñas se casan en el mundo antes de los 18 años? ¿Sabías qué enorme porcentaje de hombres justifican la prostitución (femenina en su gran mayoría) de una forma o de otra?

No voy a caer en la demagogia fácil con este tema... Cualquiera que quiera informarse al respecto, sabe cómo hacerlo. Como digo, son pocos los días en los que yo hago distinciones de sexo ni aquí, ni en la vida "real" (tengo muy integrados mis componentes masculino-femenino interiormente, le pese a quién le pese). Pero hoy sí. Hoy es necesario. Hoy hay que hacerlo.

Esta mañana me he levantado de la cama, y me he dado cuenta de que era libre. ¡Inmensamente libre! De que me había librado al fin de ciertas cosas pesadas, muy densas, que me acongojaban por dentro. ¿Podrían decir lo mismo la mayor parte de mis hermanas? No lo creo: la mayor parte de la clientela que tengo es de sexo femenino. ¡En un apabullante 90%, al menos! Las mujeres vienen a mi como las gotas de lluvia sobre mi rostro esta mañana: como caídas del cielo. Y a todas ellas, ¡bienvenidas, porque ésta es vuestra casa!

No: no me voy a dejar caer en la demagogia fácil, no... Ya me cansé de todo eso. Lo importante es intentar transmitir la esencia del mensaje que quiero regalaros hoy.

Y este mensaje está, exclusivamente, basado en mi propia experiencia. Tengo que deciros, hermanas, que sé que en múltiples ocasiones os habréis sacrificado, trabajando fuera del hogar o no, por todos aquellos a quienes amáis. ¡Soy plenamente consciente de esa tan dura tarea vuestra! Habréis tenido que soportar enormes presiones de todo tipo, insultos, vejaciones, manipulaciones morales, abusos, etc. En todo caso, sé que se habrán pasado por el forro de los cataplines vuestra libertad, vuestra idiosincracia más auténtica, vuestro libre albedrío y vuestros deseos más íntimos y naturales.

No: no milito (ni quiero militar) en ninguna liga femenista de ningún tipo (es una trampa mortal, o así me lo parece). Conozco bien el alma masculina porque tengo muy presente y soy autoconsciente de todas las ocasiones en las que en el pasado he venido aquí como un hombre. No estoy escribiendo esto para culpabilizar a unos, para convertir en víctimas a las otras: más bien, todo lo contrario. ¡Mi intención es, simple y llanamente, liberaros a todos!

Así que voy a sacar un poco la lengua fuera y a gritar (a la manera de los maoríes) lo que hoy se me inspira: amigas, no se trata de hombres y de mujeres de lo que va todo esto. ¡Qué va! Se trata de la DUALIDAD que existe en el mundo, y de la integración o no, por amor, de esa dualidad en nuestras conciencias. No puedo negar la sangre derramada, las muertas a manos del yugo masculino, la violencia desatada contra la bendita capacidad creadora y creativa de la mujer, las injusticias y todo lo pasado. ¡Yo soy una guardiana del umbral de todo lo pasado, así que no es eso! Pero comprendo, y quiero haceros comprender que llega un momento en el que hay que dejar ir el dolor y mandarlo lejos, bien lejos. Los siglos, los milenios de humillaciones, de derrotas y de dolor, hay que dejarlos ir como farolillos de luz colgados en las alas del viento. De otra manera, no hay forma de trascenderlo, de superarlo.., ni de liberarse.

No hay por qué sufrir por amor: eso se lo digo a las románticas. No hay por qué sacrificarse por los que se ama: no así, eso se lo digo a las mártires de la vida. No hay por qué dejarse comer el terreno: eso se lo digo a las que olvidaron en el camino su coraje y su fuerza. No hay por qué ser como los hombres: eso se lo digo a las que son manipuladas y confundidas para que ejerzan como tales. No hay por qué ser como los hombres dicen que deben ser las mujeres: eso se lo digo a las manipuladas y confundidas de otro modo. No hay por qué tener hijos por obligación: eso se lo digo a las que se someten. No hay por qué agradar a los hombres: no más de lo que ellos están obligados a agradarnos a nosotras. No hay por qué asustarse de tener o no tener: mirad a los pajarillos, como dijo Cristo:

mateo 6:26
"Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre Celestial las alimenta. ¿Acaso no sois vosotros de mucho más valor que ellas?"


Y yo os digo: ¿acaso no sabéis que vosotras sois capaces, desde los albores de cuando el mundo es mundo, de alimentaros a vosotras mismas por vuestra propia mano, y no sólo a vosotras mismas, sino a toda vuestra bendita estirpe?

Hemos sido, oídlo bien, hemos sido todas despojadas de lo más sagrado: no del trabajo, eso es una estupidez, sino de la conciencia de nuestro propio y soberano poder. Nos han contado "una de romanos", y nos la hemos creído. Y por ello la sociedad esta enferma: los mismos hombres están enfermos en su sagrada y bendita parte femenina, porque su sagrada y bendita parte masculina ha tomado demasiado poder y preeminencia y se les ha subido, como el vino malo, a la cabeza, y les ha hecho creer que podían llegar a controlar la vida, cuando ni siquiera son dueños de la hora de su propia muerte.

Una sociedad que impide, por ejemplo, la racionalidad de horarios para que las personas (ya sean hombres o mujeres) puedan ocuparse de sus obligaciones y compromisos familiares (a la vez que de los laborales), es (y llevo diciéndolo casi milenios) una sociedad profunda, tristemente enferma. Porque la familia es la célula de la sociedad, y aquél (o aquella) que no protege y sirve a lo más sagrado, que es la familia tal y como la naturaleza misma la pone de manifiesto en el mundo, es como si se estuviera envenenando a sí mismo gota a gota con una buena cantidad de cianuro en vena. ¡Asesinos de su propia estirpe, eso es lo que son!

Yo he muerto por defender los derechos de las mujeres. Sé de lo que estoy hablando. Y lo digo así, tan tranquila, sin que se me altere el pulso, sin dramatizar y sin mezclar aspavientos o sentimientos con la realidad. El que quiera creérselo, que se lo crea.., y el que no, es libre de pensar que a lo mejor me he vuelto loca: a mi me da igual; lo único que afirmo con rotundidad es que ha llegado ya el momento de dejar de lado las batallas y la sangre, y empezar a tomarse las cosas de otra forma. Es necesario crear un nuevo paradigma donde el Día de la Mujer Trabajadora no tenga razón de ser por anticuado e incongruente. Y llegará, llegará: porque puedo ver hacia atrás y hacia delante en medio de las sombras del tiempo: ése es uno de los dones que me han sido otorgados. Llegará ese día, no tengáis ninguna duda.., pero de nosotras depende que llegue más pronto, o más tarde.

No quiero extenderme mucho más por hoy. Para explicaros cómo se empieza con cosas simples, os aconsejo que jamás, JAMÁS permitáis que el hombre que está a vuestro lado (si es que ésa es vuestra opción) os insulte. Jamás permitáis que os falte el respeto, porque las divergencias en la comunicación nunca, nunca pueden ser una excusa para la descalificación, ni para tratar de ponerse por encima de vosotras. ¡Todas las elecciones, todas las formas de pensamiento, todas las actitudes son válidas y correctas en esta vida! En ningún caso la violencia justifica nada. No os dejéis comer el coco con que sois de tal manera o de tal otra: nadie tiene el derecho, sino el Absoluto que a todos nos engloba, en erigirse en juez de vuestros comportamientos, faltas, injusticias, errores, omisiones o caracteres... ¡Si ni siquiera lo que algunos llaman Dios culpabiliza a sus almas!

Elegid siempre, como compañero (insisto, si es que ésa es vuestra opción) a aquel que respete más vuestra propia libertad, vuestra propia naturaleza, y a vosotras mismas. ¡Nada más que eso tengo que decir!

Esperando que desterréis definitivamente de vuestras vidas a aquellos que se os intentan imponer de mala manera, sea en la faceta de la vida que sea (y ya sean hombres o mujeres), os mando desde aquí un enorme besote, porque me tengo que ir corriendo a trabajar.

¡Benditas seáis todas por vuestra bella naturaleza fuerte y generosa, mujeres!

1 comentario:

Eva dijo...

GRACIAS, ahora a ponerlo en práctica... que es lo difícil, jejeje