Tengo un kimono japonés auténtico precioso: una maravilla de seda de color marfil con dibujos delicados de hojas de arce en color verde y tostado, que parecen hechas de pura filigrana. Elegí el arce precisamente por el simbolismo que conlleva en Japón, donde es considerada como una representación de los amantes, y también del tiempo que pasa. Pero tenía un problema, un problema extraño: era incapaz de vestirle. Estuve mucho tiempo reflexionando qué era exactamente lo que me "echaba para atrás" en el hecho tan sencillo de ponerme una prenda de vestir encima (un acto no tan complicado y más bien tirando a inocente), hasta que al fin lo descubrí: no me sentía cómoda con el color tan clarito, prácticamente blanco, del kimono. ¡Su claridad era como un deslumbramiento para mi, y de alguna manera, era incapaz de asumirla!
Cuando me di cuenta, observé con más atención, y percibí que eran ciertas mis suposiciones: muchos maestros de reiki utilizan el color blanco para dar sus tratamientos (no todos, hay bastantes que visten de negro como símbolo de maestría). ¡Muchos practicantes también lo hacían, pero yo, jamás! Servidora era como si quisiera ocultarse, de alguna manera; parece raro, lo comprendo, pero era como si no quisiera aceptar ninguna clase de color pálido hasta que me hubiera sentido capaz de afrontar todos mis miedos, todos mis errores, todos mis pecados, todos mis fallos.., toda mi Oscuridad, en definitiva.
Rastreando por Internet a la busca de algunas opiniones relativas al mundo espiritual y a la trascendencia, me encontré con la siguiente frase "Antes de vestir tu cuerpo de blanco, ilumina tu alma". Curiosamente, por más que he indagado no he sido capaz de encontrar al autor o la autora de esta frase, que sin embargo aparece reflejada en muchos sitios. Inmediatamente, me sentí aludida, por así decir. El "complejo" (o lo que fuera) que me impedía a mi vestir de blanco parecía muy, muy arraigado dentro de mi propio ser. ¿A qué extraña causa obedecía todo esto? A la vez, me sentía como paralizada, como detenida en el tiempo. No es que no trabajara o no hiciera cosas: es que todo se daba de una forma muy lenta, pesada, con muchísimos obstáculos que se me presentaban bajo múltiples formas retorcidas, difíciles de asumir. Empecé a relacionar una cosa con otra cuando me di cuenta, de repente, de que estaba a punto de dar un cambio, de tomar un importante punto de inflexión en mi vida.
Fue un todo, sucedió casi prácticamente al mismo tiempo: decidirme a tomar por fin las dos maestrías de Reiki Karuna, y entrar en el Dojo a practicar Iaido... ¡Sólo Dios, o como le llaméis, sabe lo que me costaron ambas dos decisiones! No sentía más que miedos, trabas, impedimentos raros en mi ánimo (tantos, que me ponía hasta de mala leche), desánimos fulgurantes, sorprendentes dolores del alma, y cosas así. ¡Ha sido complicado, complicado superarlo! Sobre todo cuando, por causas ajenas a mi (la equipación que tenía para practicar era simplemente mi viejo kimono de aikido, que es blanco), no tuve más remedio que vestirme martes y jueves enteramente de ese color.
El blanco es un color curioso: en muchas tradiciones y culturas representa la pureza, y algunos dicen que es el color más protector de todos (no el negro, como vulgarmente se cree) porque aporta una paz que no es de este mundo... Limpia los sentimientos, los pensamientos y las emociones del cuerpo y del espíritu y nos libera, haciéndonos sentir por encima de cuestionamientos, apegos y condicionamientos varios. Luz, bondad, pureza y virginidad, optimismo, perfección, inocencia...
¿Cuál es el problema, entonces, si sentimientos o sensaciones tan puras pueden ser expresadas simbólicamente a través del color blanco?
Es muy sencillo, y a la vez algo extraño: el querer aceptar esas cualidades o "virtudes" dentro de uno mismo.
Hace poco recibí los comentarios de una persona que actuaba como si quisiera darme una clase magistral; era demasiado evidente para mi su oculto afán por adoctrinar, por convencer con sus "elevados" conocimientos sobre temas espirituales... Es curioso, pero se nota mucho cuando alguien desea ser escuchado de esta forma, convencer, en definitiva "dominar" a través del aleccionamiento, así sea espiritual incluso. Durante algún tiempo, he tenido la oportunidad de observar, de forma desapasionada, a varias personas que saben mucho de otros temas, enseñando (a mi la primera) con total naturalidad, sin asumir esa especie de rol extraño de maestro a la par que padre amantísimo (o madre, que para el caso es lo mismo). La diferencia entre las dos actitudes es diáfana: unos buscan dominar; los otros, servir.
He llegado a la conclusión de que estaba teniendo problemas para comprometerme con mis propias cualidades internas relacionadas con el color blanco, precisamente... Cuando uno camina durante demasiado tiempo en la Oscuridad, con el fin de aprender, de experimentar, de comprender a su propia Sombra y la del prójimo, acaba pensando que todo es Sombra, y tampoco es eso. Hace falta entonces un acto de concordia interna, de perdón y de autocompasión sana: hay que darse cuenta de que uno es tanto Luz como Oscuridad. Mejor aún: uno sólo es Oscuridad cuando se encuentra desconectado de su propia Luz. La re-conexión es lo que yo llamo la Maestría Interna: llega un momento en que has de asumir, has de reconocer que has llegado a cierto nivel, y eso no es malo ni es bueno. Es, y ya está. ¿Por qué ha de ser malo reconocer tu bondad, tu Luz? Es como si, debido a la necesidad de ser humildes y de dominar nuestro Ego, tuviéramos que renunciar a una parte importante de lo que somos: nuestra propia y sublime divinidad, nuestra naturaleza excelsa, hecha a la imagen de la Fuente.
Ahora que he conseguido expresarlo, integrarlo; ahora que he conseguido, probablemente gracias a la Maestría de Karuna, asumir mi propia maestría interna (ni más ni menos que nadie: simplemente, yo misma), no voy a dejar que nadie me manipule en ese sentido. Vestiré de blanco cuando quiera, y tomaré las vías de la compasión y del servicio siempre que sea necesario, intentando perfeccionarme más aún cada día, intentando crecer y responsabilizarme de todo cuanto soy y cuanto entrego al mundo.
Gracias a mis más recientes maestros, que me están enseñando que el más alto es igual que el más bajo, que el respeto no se gana por la fuerza, que la autoridad proviene del más alto servicio, y que los argumentos a favor de la libertad no se pueden iniciar con un "tú no puedes...".
¡Besotes! ¡Buen fin de semana, amigos/as!
1 comentario:
Hola Fátima, soy marta_sagitario, tengo dos niveles de Karuna,me falta la maestria así como la plata para pagarla, la hice hace mucos años y es cierto la elevación espiritual que te acerca a la vida es maravillosa, hice tambien Jean Kei Do, es meditación ahí cuando fui iniciada, vi un foco de luz inmenso, pensé que Claudio Marquez mi maestro, me estaba poniendo una linterna, pero no fue así, despues lloré mucho mucho, fue muy liberador.
Te mando un cariño tengo una gran estima por vos
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