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jueves, 19 de enero de 2012

La mujer de la niebla

Érase una vez una joven cuajada de niebla y de luna, que vivía en la gallega tierra…

Galicia es así: la tierra del amor, del dolor y de la muerte. Todos los que la han pisado alguna vez lo saben. Yo, que he recorrido sus caminos acompañada por mis valedores (mis dos leales, mis valientes), también lo sé. Ellos me escoltan en este duro y proverbial camino que es la vida.., en este difícil tránsito, para que esta vez pueda llevar mi tarea hasta la conclusión. Mis dos valedores, digo: mis camaradas, sí; la una es como el fuego de una chimenea, del hogar, y el otro, como la brisa aguda y mística que se siente crepitar sobre las velas de las catedrales...

Pero ambos saben convertirse en incendio devastador o en tormenta visceral cuando es necesario.

Hubo una vez una joven rota. Todos los que pensaron que las mujeres son como frutas, como flores al viento, no saben que se están refiriendo a las criaturas más poderosas y más resistentes que el mundo conoce. Y que hace verdaderamente falta mucha fuerza, mucho dolor, mucha incomprensión y mucha oscuridad como para doblegarlas y arrancarles el don más preciado que en ellas reside.

La vida.

Todas esas cosas que anidan, a veces, en lo más íntimo del corazón de los hombres, empero, no son hijos nacidos realmente de su interior.., no, no...

Más bien, y como dijo el poeta aquél, son sólo los heraldos negros que nos manda la muerte.

Galicia entró y salió en mí, pero vive para quedarse… Recorrí durante eones sus caminos de furia y destrucción, de por qués y de silencios. De injusticia, de impotencia, de desdicha. Y la marejada bramó en la Costa Da Morte como el rechinar amargo de las cadenas de las ánimas. Los vientres se cerraron, los ojos de los percebeiros muertos chasquearon como los caparazones de las nécoras. Toda Galicia entró y salió de mi pecho y de mis entrañas en una noche, porque mi alma es como un crisol, y limpio las cosas por medio del único y peligroso método que sé, cuando es necesario: dejarlas deslizarse en silencio a través de mí, y bruñir sus reflejos de oro con mi propia sangre.

Llevo la marca del chamán en la mejilla: la marca de las meigas. Conozco los venenos, pero jamás debería usarlos para matar. Me he introducido en el corazón de un viejo tejo, al ladito de la cascada que da la vida eterna, y he recogido castañas bajo el aguacero de los mil siglos... He visto los hogares antiguos, rotos, cambiados, entre nieblas, y he subido a las murallas de lo que alguna vez fue mi pueblo, para otear la llegada siniestra de antiguos enemigos que nunca más volverán.

He descendido hasta la cripta primordial del guerrero, al dolmen antiguo, y he dado las gracias; he hablado con los espíritus de los antepasados, y he sacado sangre a mis pies, recorriendo dolorosamente el Camino hasta hacer saltar mis uñas… He hablado con brujos y poetas, alcahuetas y navegantes, tenderos y hospederos, locos y viejas. Niños y pescadores me han saludado al verme pasar, y me han susurrado “hija del mar” cuando he escrito canciones para sus bocas o, simplemente, para adornar con nácar de palabras la puntilla blanca de sus arenas.

... Hubo una mujer que tuvo que huir de Galicia, con el alma en jirones, pero que se llevó esa tierra consigo, en su corazón.

Ay de la tierra, y ay de los hombres desleales...

Ay del relincho antiguo de los caballos.

Cuando la Santa Compaña me visitó una noche, me gritaron en mitad de la cara “tú aún no puedes irte con nosotros, mujer: no has completado tu trabajo”.

Una joven sin centro, sin agua, sin lluvia... Una joven sin cascada, que era todo el tiempo como un tejo antiguo que se muere.

Todos los ríos van a dar al mar, todas las playas terminan sus líneas en el ocaso. Puedes preguntar por qué durante mil noches, con sus días. Puedes esperar, de pie, en la orilla, a que venga, hasta que las algas se te enrosquen en los cabellos como a Medusa. Puedes guardar la casa, puedes hacer la comida, puedes alzar los ojos al cielo esperando una respuesta.

Pero las respuestas nunca llegan.., porque no las hay.

Hubo, una vez, una mujer de niebla y luna que esperaba respuestas.., que esperaba un desagravio, una explicación, una compensación, una atención, una caricia...

Pero todo eso nunca vino.., ¿para qué esperar?

Yo, que he llorado de emoción sintiendo la purificación del Botafumeiro rasgando el aire sobre mi cabeza humillada ante Dios, ante la Totalidad, ante el Absoluto, sé que las compensaciones no llegan hasta que Dios no lo quiere.

Y Dios no quería entregarme ese desagravio en ese momento.

Porque mi prueba era desapegarme del desagravio, si podía.

Ahora no esperaré más, porque ya no hay quien quiera regresar a casa para mirarme de frente y sonreírme, comentando qué buena está la comida, y decirme que todo está bien y que nunca nadie, nunca, nunca, nunca, va a tomar jamás lo que alguna vez fue mío.

No hay valor, no hay deseo: no hay fuerzas ni ganas suficientes... No hay valentía, no hay reaños para poner derecho lo que está torcido, aunque haya que elegir para ello el camino que siempre eligió este pecho cálido y, quizá, demasiado severo que aún mora en mi.

Siempre el camino más duro, que es el más directo para la evolución personal. Marte rige dos signos.., pero esos signos son bien, bien diferentes.

Como decía un ex jefe mío, "olvídalo, Fátima: la pelota, ahora, ya no está en tu tejado".

Dedicada a Juana, a Melenass, a Sabina, a Rita, a Sole, y a tantas otras...

Con agradecimiento, eterno, a mis dos valedores.

2 comentarios:

isthar dijo...

Querida amiga, un gusto saludarte y desear que este nuevo año traiga para ti y familia, mucho amor, prosperidad, salud y que se realicen todos los sueños.
Con todo mi afecto besos Marissa

Luz de Andrómeda dijo...

Hola wapa! Muchísimas gracias, para ti lo mismo! Bendiciones en este nuevo Año Chino que hoy da comienzo!!