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lunes, 28 de junio de 2010

Las semillas de granada

Mi nombre es Perséfone, y no puedo morir.

Dirés "qué maravilla: conoce el secreto de la inmortalidad, de la vida eterna; ¡eso sí que es ser afortunada!".

Bueno. Y yo digo que no es oro todo lo que reluce.

Especialmente desde aquel día en que puso sobre mí sus ojos el Señor de la Muerte.

Antes de aquellos tiempos, el planeta era un lugar siempre cálido y soleado... Mi madre se ocupaba de la Tierra como si toda ella fuera un jardín. Yo solía recoger flores mientras ella trabajaba.

Pero un día, Él se asomó a la superficie, en nuestros bosques de Sicilia... Decidió, simplemente, que yo era la esposa que iba a juego con sus profundos, innombrables e insaciables deseos. Subió a su negro carro, tirado por corceles negros, y me arrebató hacia las profundidades de su reino de tinieblas.

Mi madre, llena de pena, olvidó su trabajo. Así que la vida en la Tierra se marchitó: las flores perdieron su perfume, los árboles, sus hojas, y los cultivos dejaron de crecer. Ella imploró al Justo, al Alto, al Misericordioso, al Imponderable, y Zeus le respondió que si yo, en algún momento, hubiera probado la comida del Reino de los Muertos, jamás podría regresar a la Tierra. ¡Estaría perdida!

En el subterráneo reino de la oscuridad, mientras, Él intentaba una y otra vez que yo probara de su alimento... Ya no pude más y, muerta de hambre, me vi obligada a comer, por necesidad, algunas semillas de un fruto de granada que Él puso en mis manos...

Cuando Zeus se enteró de lo ocurrido, dictaminó que, puesto que yo sólo había comido algunas semillas, sería justo que pasara bajo tierra los tres últimos meses de cada año. Que son, precisamente, aquellos en los que los árboles pierden sus hojas, y las nieves caen sobre las tierras baldías...
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Mi nombre es Perséfone, y odio y combato, y combatiré hasta el fin de los días, con todo mi ser, con toda la pasión de mis entrañas, con toda la fuerza que pueda manifestar, la oscuridad, que no es nada más que la ausencia de Luz. Pueden ponerle muchos nombres, revestirla con mil y un ropajes lujosos y extraordinarios, camuflarla de beneficios sin límites y llenarla hasta rebosar con la copa de los placeres prístinos y arrebatadores... Pueden hacer todo eso, y aún más. Claro, ¡por supuesto que Él puede hacerlo!

Pero a mi no me engaña, aunque su especialidad sea la mentira, porque la oscuridad no será nunca nada más que eso: ausencia de Luz. Por debajo de todo el oropel, de todo el placer, de toda la atracción fatal, el Hades sólo es un erial siniestro, opresivo, triste, en el que únicamente anidan las lágrimas, la soledad y la derrota; en el que sólo se cosechan semillas de dolor. No os dejéis engañar, puesto que ésa es su verdadera esencia: por muchos y brillantes que sean sus dones, y por mucho que nos atraiga su poder.

Yo no quiero ser Reina del Hades... Declino ese supuesto honor que se me ofrece, y que no es gratis.

Yo rechazo el poder de las sombras; no me interesa la negra sangre que destila el deseo más oscuro; mis blancos brazos no están hechos para abrazar las tinieblas ni el vacío.

Yo tengo la capacidad de descender a los Infiernos y de volver con vida y con salud para contarlo; pero detesto el Hades con todo el fuego de mi corazón.

Nunca me gustó, ni lo elegí; ni jamás fue mi hogar.

Mi hogar son los bosques abiertos de robles milenarios, las praderas cuajadas de espigas de hierba fresca, donde la Luz reberbera con toda su potencia maravillosa... Y los límpidos cielos exuberantes, y las montañas magníficas, y los tímidos prados repletos de humildes florecillas que exhiben una belleza celestial y sin nombre.

Mi hogar es el mar celeste en el que soplan los vientos libres de toda culpa.., el mar que me regala caracolas gratis, sin pedirme, a cambio, el alma.

Yo soy libre: entera, manifiesta, soberanamente libre.

Al que le guste la oscuridad, sea: se la regalo toda. Yo no la quiero ni tan siquiera para dormir por las noches.

¿Qué carajo se me ha perdido a mí, en el nombre del Justo, del Alto, del Misericordioso y del Inefable, en lo más profundo de los puñeteros Infiernos?
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Mi nombre es Perséfone, y por obra y gracia del poder de Hades, soy inmortal.

Una vez comí algunas semillas de granada, y por ello tendré que pagar un alto precio durante un tercio de toda mi vida.

Pero por suerte, mi instinto me invitó a no comerme la granada entera... De otro modo, eternamente me habría condenado.
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Yo guardo en mi seno el enigma de los misterios eleusinos, en aquellos lugares donde corre el kykeon, y donde se aprende el Secreto de los secretos: que hay Vida tras la Muerte.

No lo olvidéis nunca. Da igual el rostro con el que se os presente. Da igual lo que os diga. Da igual lo que os prometa. Da igual la dulzura de su voz, o la fuerza de sus amenazas.

Sólo son dos cosas.., dos cosas muy sencillas, muy simples realmente...

El Hades es el Reino de las Mentiras.

Y la oscuridad no es más que ausencia de Luz.

3 comentarios:

Prometeo dijo...

Pero nadie puede entrar y salir del hades a su antojo...

... Todos menos uno.

Y ni siquiera estoy seguro de ello.

Luz de Andrómeda dijo...

Te refieres a Ulises, ¿verdad?

:-)

Anónimo dijo...

Sí, más vale que nos busquemos la salvación por nosotros mismos, porque la religión católica en su tiempo ya "prometió" la salvación para todas las almas que permanecían en el hades... Así que te doy toda la razón al respecto, aquí cada uno se las tiene que ver contra la mentira la humillación,y el sometimiento continuo de la masa...
Enhorabuena por tu reflexión, sé que algunos piensan que es una rayada .... pero te puedo asegurar que si no se cuenta y se reflexiona , entonces que? , ninguno de nosotros somos perfectos , ni somos capaces a veces solos de salir en alguna situación de angustia . Me parece muy acertado que expongas tu apreciación claramente, gracias .
Ah, por cierto que al lado de Metratón aparezca Iizel en algún escrito que leí es muy bonito ;)
GRACIASS! un abrazo

_ieiazel_