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martes, 30 de junio de 2009

El Portador de la Luz


Últimamente me anda saliendo mucho en mis tiradas de tarot (las que me hago a mí misma, se sobreentiende) esta carta, el arcano número 9, El Ermitaño. Este Arcano Mayor suele estar representado como un anciano de larga barba blanca, que porta un báculo en una mano y un farol con una luz en la otra.

Normalmente, sus ropajes son marrones, simbolizando su conexión con la tierra, con lo material, pero también conservan el azul (en este caso, el doblez de su capa), representando su estrechísima conexión con el mundo espiritual.

Nunca me gustó excesivamente la carta de El Ermitaño: me parecía demasiado árida, fría. Sin embargo, son varias ya las personas que, en prácticas de meditación y visualización comunes, me han visto representada de esta forma. ¡Incluso en sueños!

¿Y por qué, me pregunto yo?

El Ermitaño del Tarot va hacia la izquierda, lo que simboliza que marcha poniendo su vista atrás en el pasado, en las verdades profundas y ocultas que quizá, quizá, subyacen en el incosciente (en el suyo, en el de otras personas, o quizás en el colectivo). En este caso, como en la foto, incluso parece que una serpiente (una cobra: apenas puedo dejar de pensar en la última meditación lunar que tuve, a propósito del próximo eclipse) le acompañara o le guiase. La serpiente, exceptuando las connotaciones típicas maléficas o benéficas, siempre suele tener que ver con algún tipo de proceso de renovación, de regeneración. De muerte y renacimiento. Por supuesto, también tiene que ver con la tierra, con el poder de la Kundalini, y con la fertilidad que aporta una conexión concreta y adecuada con las energías telúricas del plano más material.

El Ermitaño, como tal, en el tarot simboliza el conocimiento interior, o su búsqueda. Representa la soledad, la sabiduría y la prudencia. Su búsqueda hacia el pasado le ayuda a clarificar las cosas y a conocerse mejor. Muchos astrólogos relacionan esta carta con el planeta Saturno (que empieza a afectarme fuertemente al estelio planetario que es la figura más representativa de toda mi carta). El bastón o báculo de esta figura lo sitúa en la realidad del momento presente, a pesar de poner la vista en el pasado.

Bien orientada, esta carta señala a una persona comprometida con aprender lo que pasa dentro de él, a la búsqueda de la luz de la sabiduría más elevada, que se esconde (siempre, siempre) en el interior de nosotros mismos. Este Ermitaño del tarot llama a cierta introspección y soledad, para comprender qué está ocurriendo, cuáles son los resultados de nuestros actos (presentes y pasados), y marca el desarrollo de un plan de vida a largo plazo que necesitará de constancia, tenacidad y permanencia.

La vida interior activa de este sabio inclina hacia la ausencia de sexualidad. Podría hablar largo y tendido sobre ese tema, pero siento que ahora mismo no es el momento. La vida interior puede ser tan intensa, tan poderosa, que solicite de todas las reservas de energía vitales de un ser empeñado en cuestionarse, en comprender hasta sus últimas consecuencias, toda la verdad.

Algunos tarotistas muy esotéricos lo llaman El Maestro Interior, o la Voz de Dios. Es un arcano que marca una poderosa intuición interna, un diálogo activo con el Ser Superior de cada cual. Como pronóstico, esta carta puede marcar el tiempo de un profundo reciclaje personal. Aconseja salir de la circulación parcialmente durante ciertos momentos, los que sean necesarios para escucharnos a nosotros mismos.

El Ermitaño utiliza la lámpara para dar luz en su propia oscuridad. Su luz brilla también para los demás, pero no deliberadamente. Si otras vidas son iluminadas a su paso, es porque él ayudó del único modo que un ser humano puede ayudar a un semejante: siendo honesta y absolutamente él mismo.

¡Saludos!

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