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martes, 16 de diciembre de 2008

El Jardín de las Hespérides

Continuando con el tema de Tenerife y las Canarias, debido a mi reciente viaje a estas islas, posteo hoy algunas de las leyendas relativas a las Canarias más interesantes, para que todos podamos aprender un poco más sobre el particular ambiente que rodea a estas tierras atlánticas.

Las autores clásicos, varios siglos antes de Cristo, situaron, teóricamente, el Jardín de las Hespérides en Tenerife. Este lugar hace referencia a las islas paradisíacas en las que habitaban las Hespérides, las tres hijas de Atlas, el personaje mítico condenado a sostener la cúpula terrestre tras ser derrotado por Zeus. El Jardín estaba custodiado por Ladón, un fiero dragón de 100 cabezas por las que escupía fuego, y al que los antiguos griegos "descubrieron" en la imagen del Teide en erupción.

En el Jardín de las Hespérides crecían manzanas de oro en los árboles (leí en un folleto explicativo canario que esa leyenda hace referencia al madroño, pero no me convence mucho, francamente) y cuando a Hércules, otro personaje mítico de la antigüedad, le encomendaron sus famosas 12 tareas, una de ellas fue robar esta manzanas. Hércules convenció a Atlas para que las robase, porque le sería más fácil entrar en el Jardín engañando al dragón. Mientras, Hércules se comprometió a sostener, temporalmente, el cielo. Atlas aceptó y robó las manzanas después de matar a Ladón, que confiado, le había franqueado las puertas de aquel paraíso. Y aunque la intención de Atlas era huir y traspasar para siempre su pesada carga a Hércules, finalmente Hércules logró engañarle y devolverle a su lugar. Después, las manzanas fueron entregadas a Atenea, quien las devolvió al Jardín y a sus jardineras, las Hespérides.
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En cuanto al dragón Ladón, se dice que, cuando murió a manos de Atlas, su sangre corrió por la tierra y germinó en forma de dragos, esos árboles endémicos de Canarias que hoy son uno de los símbolos de la Isla. La sabia del drago, de un rojo intenso, y la forma retorcida de sus ramas, semejantes a un conjunto de cabezas sujetas a un grueso tronco, dieron lugar a que los autores clásicos vieran en cada drago un descendiente directo de aquel extraordinario dragón. Capaces de vivir durante miles de años, los dragos eran objeto de veneración por parte de los antiguos habitantes de Tenerife, los guanches. El más famoso y longevo ejemplar de esta especie vegetal se encuentra en la localidad de Icod de los Vinos, al norte de Tenerife, y se ha convertido en una atracción turística de primer orden.
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Otra interesante leyenda sobre Tenerife y Canarias es la de la mítica isla de San Borondón que, aunque os parezca raro, recuerdo haber escuchado de la boca de algún viajero que se la refería a mis padres, la primera vez que visité la isla y subí al Teide (sí, sí, con 3 años: y luego digo que no tengo memoria XDDD). La leyenda de San Borondón, una isla canaria que supuestamente aparece y desaparece, se debe aparentemente a un monje irlandés llamado San Brandán, que inició una expedición marítima en el 516 d.C, en busca del paraíso terrenal (osado que era el buen señor). Cuenta la historia que este religioso llegó a una exuberante isla de limpias arenas negras, donde vivió 7 años con sus compañeros de viaje, tras hacer los 40 días finales de su travesía a lomos de una ballena.

La isla "fantasma" de San Borondón estaría situada en el extremo occidental del archipiélago canario, cerca de El Hierro, y podría ser observada (cuando aparece) desde El Teide. Presente, incluso, en algunos mapas de la época, su descubrimiento y conquista llegó a ser objeto de discusión y acuerdo entre las potencias marítimas de Portugal y España (se ve que ampliamente les sobraba el tiempo a estas gentes, no me cabe duda ninguna). La leyenda continua viva hasta hoy, cuando hay quien asegura haberla visto entre un mar de nubes (no es mi caso).

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Para los amantes del romanticismo (tampoco es mi caso, y cada día menos), transcribo también una supuesta leyenda guanche (ya sabéis, aquel pueblo que habitaba las Canarias antes de la conquista de los españoles) sobre el destino de dos amantes arquetípicos de aquellas antiguas edades. Gara era una bella princesa de La Gomera que se enamoró de Jonay, también príncipe, hijo de un Mencey (rey de Tenerife). Jonay nadó, sobre unas pieles de cabra infladas de aire, desde Tenerife a La Gomera, para encontrarse con su amada. Pero los padres de la pareja, asustados ante los malos augurios de un Teide humeante, se opusieron firmemente a la relación.

Gara y Jonay huyeron, entonces, al monte más alto de La Gomera, hasta donde fueron perseguidos. Viéndose acorralados, afilaron un palo por sus dos extremos y, apoyándolo en sus pechos, se abrazaron para morir atravesados por la madera. Hoy, aquel monte y su Parque Nacional lleva el nombre de Garajonay, en recuerdo de aquellos jóvenes que escogieron morir juntos antes que vivir separados. Vaya tela.
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En fin.., hay mucho y variadito que decir sobre las Canarias... Así pues, seguiré contándoos cosas, que ya por hoy es suficiente.

¡Saludos!

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